Marto Pariente es un escritor con una curiosa condición laboral: además de escribir novelas es funcionario del Estado, aunque no es seguro que esta doble cotización le proporcione un aumento sustancial de su futura pensión pública, en el caso de que el actual modelo de previsión social siga funcionando cuando llegue el momento.
Supimos de este autor tras la publicación de su novela La cordura del idiota (2019), una historia con una trama bien trenzada y un personaje central muy sugestivo, que podría encajar perfectamente en el papel protagonista de una película de los hermanos Cohen. No es ociosa esta referencia al cine porque, quizás sin quererlo, Pariente escribe novelas que parecen ideadas para ser llevadas a la pantalla y convertirse en clásicos del género.
Marto Pariente ha dado este año a la imprenta su última novela, la cuarta por el momento, titulada Hierro viejo (2024), en la que, de nuevo, la historia vuelve a girar en torno a un personaje central que llamará poderosamente la atención del lector y dará forma inmediata al tono general de la trama de la novela. El protagonista, con una historia personal negrísima y una ocupación actual de lo más bizarra, se enfrenta a un microcosmos de personajes siniestros cuya capacidad de provocar dolor supera con seguridad a la mayoría de los malvados que suelen aparecer en relatos de este género.
Desde la archivillana de la novela, amante de los cerditos, a los asesinos a sueldo, un matrimonio que ventila sus disputas de pareja mientras torturan por encargo, el libro constituye un elenco bien trabado de personajes que sobrepasan los esquemas de la novela negra clásica para entrar en otros territorios más tarantinescos, si es que el adjetivo significa algo.
Una vez más, el autor sitúa la acción en un pequeño pueblo, por lo que la novela forma parte de lo que ya se ha dado en llamar el ‘rural noir’, un derivado de la novela negra tradicional con elementos reconocibles que dan a estos relatos un tono característico. La geografía particular de los pueblos, sus tradiciones arraigadas y el carácter cerrado de sus gentes son elementos fundamentales de los relatos que se ambientan en esos núcleos de población alejados de las grandes urbes.
Las novelas de Pariente son cortas, cosa que se agradece, porque pocas cosas son más desalentadoras que ocupar horas en un libro de 400 páginas que podría haberse resuelto perfectamente con la mitad de esa extensión. Con Marto Pariente no hay descripciones ociosas ni páginas introspectivas para hacer reales a unos personajes, que nuestro autor dibuja en los trazos precisos para fijar su esencia en la mente del que está leyendo. Las frases son cortas y los elementos descriptivos muy precisos, lo que contribuye a que la lectura de la novela sea una experiencia de gran intensidad.
Hierro viejo, el cuarto libro de Marto Pariente, nos deja con ganas de leer todo lo que venga detrás.