Caen las primeras hojas de otoño junto a los goles que hacen respirar a Baraja. Como si del buen maestro se tratara, ante una clase con problemas, la sabiduría del Pipo puede intuir mejor que nadie las teclas que hay que tocar en los momentos delicados. El equipo vuelve a mostrarse comprometido sobre el césped, pero el club no muestra ningún afán de trascender, más allá de aspirar a salvar la categoría.
El impacto de la protesta contra Peter Lim no vive su momento álgido, aquejado del síndrome de la rana hervida que se pone en agua tibia y luego se lleva a ebullición lentamente, de forma que el animal no perciba el peligro y se cueza hasta la muerte. Mi reconocimiento para todos aquellos que han aportado su mejor voluntad para que la sociedad valenciana reaccionara ante las amenazas siniestras del efecto de Peter Lim. Ahora mismo, se observa con normalidad que el Valencia sea el actual segundo clasificado por la cola de Primera División. El sábado se escuchó un cántico potente coincidiendo con la jugada del segundo gol. Todavía quedan instantes poéticos, pero, aparentemente, más cercanos a la melancolía que a la fuerza capaz que cambiar las cosas.
Yo he creído siempre en la fuerza de lo pequeño. La globalización, por ejemplo, se ha podido hacer gracias a internet. Pero gracias a internet se hace la contraglobalización. Me gustaba citar una frase de Shakespeare en ‘Enrique V’: ‘La hierba crece de noche’. Era hermoso pensar que el poderoso, cuando abriera la puerta para salir de su casa, descubriera que durante la noche había crecido una hierba que no le dejara salir. Y, sí, durante muchos instantes pareció que la metáfora se cumpliría con Peter Lim. Hubo un movimiento justificado, inolvidable, épico y digno en su mayoría de acciones. Es el momento de seguir trabajando en una entidad civil más democrática. Será el mejor legado que les quede a los valencianos del mañana, aunque, los del presente, no tengamos la certeza de poder escapar de esta gran olla hirviendo con vida.
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