Tras pasar 38 días refugiado en la embajada de Países Bajos, Edmundo González fue trasladado a la residencia del embajador español ante la República Bolivariana de Venezuela.
En ese recorrido entre el Edificio San Juan, en la avenida San Juan Bosco, y la casa baja de la Avenida Mohedano, de apenas tres minutos en coche, hubo de atravesar el cerco al que el Sebin (la policía política) tenía sometida la legación diplomática neerlandesa.
Pero en ese traslado, el líder de la oposición democrática también cruzó otro Rubicón: pasó de la orilla de la resistencia, junto a María Corina Machado, a la del exilio en Madrid, junto a su hija Carolina.
Y es en el asiento del coche que lo transportó donde se escriben las primeras preguntas sin respuesta en el relato cronológico de las últimas 48 horas del exdiplomático en su país.
¿Por qué cambió una legación diplomática por otra? ¿Cómo pudo ser conducido libremente si estaba rodeado y acosado por el régimen? ¿Quién medió entre él, la diplomacia española y el chavismo para facilitarlo? ¿Qué sabía cada una de las partes y cuándo se articuló este movimiento…? Porque el dónde ya es sabido por todos: en la residencia del embajador español en Caracas.
Jorge y Delcy Rodríguez no pudieron entrar en las dependencias holandesas, pero sí en las españolas. Y lo hicieron dos veces. Una, la tarde-noche del jueves 5 de septiembre, para negociar con/presionar a Edmundo; y otra, la mañana del sábado 7, para que el «presidente electo» dejara de serlo al estampar su firma «libremente»/»bajo vicio de coacción» en su salvoconducto.
Salvoconducto es otra palabra importante en esta reconstrucción de los hechos. Porque es el término que utilizó la vicepresidenta de Nicolás Maduro el mismo día en que se conoció el desenlace de esta peripecia:
«El día de hoy, 7 de septiembre, ha partido del país el ciudadano opositor Edmundo González Urrutia, quien habiéndose refugiado voluntariamente en la Embajada de España en Caracas desde hace varios días, solicitó ante ese Gobierno la tramitación de asilo político […] Venezuela ha concedido los debidos salvoconductos en aras de la tranquilidad y paz política del país».
Un día después, el ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, aclaró que ni él, ni nadie del Gobierno ni el embajador habían «negociado políticamente» con los enviados de Maduro.
Pero horas más tarde, el fiscal general chavista, Tarek William Saab, usó ese mismo verbo, negociar, y el término salvoconducto, para sembrar más confusión: «Los gobiernos de España y Venezuela negociaron el otorgamiento de salvoconducto» de González Urrutia «para salir del país».
Elenco de personajes
Ya tenemos ocho personajes, y las primeras confusiones.
Porque en este relato sobre las últimas 48 horas del candidato opositor en Venezuela no es que alguien mienta o que lo hagan todos. Los enigmas por desentrañar se esconden más en los silencios de las verdades a medias. Son los agujeros de un puzle al que le faltan fichas, pero que, en realidad, encaja.
Porque a todos los principales implicados les va bien lo que ha ocurrido. Y cuentan la feria según les va, porque cada uno juega un rol y tiene un público. Salvando las distancias, el caso recuerda a la esperpéntica fuga de Carles Puigdemont el pasado mes de agosto. A todos los involucrados en el asunto les cuadraba el desenlace.
Aquí, González Urrutia es el protagonista. Pero a falta de completar la verdad, puede serlo de una tragedia o de un culebrón. Después de servir como diplomático -no importa si a Carlos Andrés Pérez o a Hugo Chávez-, ahora se da cuenta de que haber aceptado el papel de «héroe» traía consigo una responsabilidad que no puede asumir. Pero también se puede pensar que no ha podido más en su lucha por la libertad y la democracia de su pueblo.
Ocurre lo mismo con el Gobierno de España, el que genera la trama. O bien crees en su «prudencia» y su «pragmatismo» en el empeño por la «solución pacífica y democrática» para Venezuela, o bien descubres al cómplice del abusón, al colaborador necesario para una nueva mascarada chavista.
En todo caso, quedan los secundarios y los meritorios. Pedro Sánchez sale poco por sí mismo en esta historia, aunque se le utiliza de introductor del suspense. Fue él quien metió con calzador lo de «héroe» para referirse a Edmundo en un discurso político que iba de otra cosa. Y se le adivina detrás de cada evolución de la trama.
Esteban González Pons y Cayetana Álvarez de Toledo sirven de pareja de detectives, que desvelan al espectador subtramas que, una vez sembradas, remata Alberto Núñez Feijóo como guest star.
Y siempre, siempre, detrás del personaje de Albares, aparece la sombra del ‘agente oculto ZP’. Un nombre en clave que todos sabemos descifrar, pero que no aparece en escena y sólo se le menciona: José Luis Rodríguez Zapatero no tiene papel, no pronuncia una sola frase del libreto, pero sus maniobras bajo el radar permiten que cada público le otorgue intenciones opuestas.
Y todo esto genera un guion perfecto.
Porque o ZP es un pacifista denodado que «se mancha las manos» por la salida pacífica de este conflicto y por conquistar la libertad para los venezolanos… o Zapatero es «el verdadero canciller» del sátrapa que, simplemente, se disfraza de demócrata para «proteger sus negocios» en el país caribeño, aunque por el camino haya «más de mil detenidos», tres decenas de «asesinados» e incontados «desaparecidos».
Precisamente este viernes, la agencia Reuters preguntaba a González Urrutia «qué rol jugó en este proceso de 48 horas el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero». «Entiendo que él era el artífice de promover ese encuentro», respondió.
El escenario
Los Rodríguez y Edmundo se reunieron en «la sala principal» de la embajada, según ha descrito Jorge, el mayor de los hermanos. «En un sofá de tres puestos, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Eloína Rodríguez y yo; a mi lado, en una butaca, el señor González Urrutia, y al lado de éste, el interlocutor».
En su descripción, el presidente de la Asamblea Nacional aporta más detalles: «Cuando ya estábamos sentados, ‘¿quieren tomar algo? Hay güisqui’. Trajeron una botella de Chivas Regal 12 años, trajeron vasos, después el embajador salió a buscar hielos, trajo hielos y después trajo unos chocolates venezolanos».
Y con una evidente intención malévola, precisa Jorge Rodríguez que, antes de que se sirvieran las bebidas, notó «un cierto tufillo alcohólico» en la habitación.
«Como estas conversaciones ocurrieron en la sede de la embajada del Reino de España, el embajador es testigo de excepción. Así que cualquier cosa, pueden ir y preguntarle al señor embajador del Reino de España. No se inmiscuyó, más allá de traer unas bebidas y chocolate». Pero el embajador sigue mudo.
La trama. Acto I
En la misma noche electoral del 28 de julio, Edmundo González Urrutia sabe que el «fraude masivo» está en marcha. Y con él, las algaradas.
Por fin, después de años de división, la oposición democrática de Venezuela había encontrado en él a un líder de consenso. Pero sabe que Maduro desatará la represión.
Así que, entre las cuatro o cinco ofertas que recibe, elige la de la embajada holandesa para acogerse a sagrado, y evitar su detención o, peor, su desaparición.
Allí, ya se sabe, permanece cinco largas semanas, en las que sólo una vez sale del refugio para manifestarse sobre un camión, el 30 de julio. En ese tiempo, es animado por el embajador a permanecer «cuanto sea necesario» en su residencia, bajo su protección.
Ante los informes que este diplomático manda a La Haya, es el ministro de Exteriores neerlandés el que le llama: «No abandones, la democracia y la libertad están en juego, nosotros te protegeremos».
No hay caso, porque el 5 de septiembre, jueves, Edmundo comunica que está «decidido a abandonar la residencia y el país». Y se va a la embajada española.
Primer agujero: ¿Cómo sale libremente, si estaba rodeado, y cómo llega a la residencia de Ramón Santos, el embajador español?
El Gobierno español, que siempre ha defendido que no hubo negociación con el Gobierno de Maduro, no responde a esto. El entorno de Edmundo, tampoco. La diplomacia holandesa no da detalles, pero sí indicios: «Hablamos con él […] pero indicó que quería irse y continuar su lucha desde España».
Y el gobierno de Maduro hace encajar la pieza.
Según su relato, un «interlocutor» había estado en contacto con ellos y con González Urrutia, ofreciendo el refugio en España. Es más, Jorge Rodríguez asegura que «fueron ellos los que nos buscaron».
La oposición venezolana identifica a este interlocutor como Eudoro González, un abogado y exdiputado venezolano con oficina en Madrid, que trabajaría a las órdenes de Zapatero.
Posible respuesta: El líder opositor puede ir libremente de una embajada a otra porque el chavismo, que no ha podido entrar en la holandesa, a pesar de «las presiones, los chantajes, las coacciones y las amenazas», sabe que en la española sí podrá recibir a los hermanos Rodríguez, los enviados de Maduro.
En la misma tarde del jueves 5 de septiembre, el personal de seguridad de la embajada española abre la puerta a Delcy y Jorge Rodríguez. Esperándolos están, mínimo, tres personas: el propio Edmundo, el embajador Santos, y el «interlocutor», ¿quizás el que hace las fotos?
Acto II
Segundo agujero: ¿Por qué nadie habló del documento, por qué salió publicado en la web albertonews.com, supuestamente favorable a la oposición, por qué ahora todo el mundo sí sabe que se firmó ese papel, y que hay al menos otro más firmado por Edmundo?
Hasta hace dos días, no se sabía que fueron dos las visitas de los secuaces chavistas. Nadie lo había explicado hasta que lo hizo Jorge Rodríguez. Su cargo es el de presidente de esa Asamblea Nacional inventada por Maduro para deslegitimar la que lo derrotó estrepitosamente en unas elecciones que no logró amañar, las de 2015.
El jueves día 5, como Edmundo ya había llegado decidido a irse al exilio, recibe a los Rodríguez dispuesto a acordar los términos y condiciones que le libren de la angustia y le aseguren el bienestar de sus familiares y allegados en Venezuela.
Si se pregunta al Gobierno español, éste remite a González Urrutia para que, «si él quiere», dé los detalles. Pero sabe que a él no le conviene. Y nada dice oficialmente de las grabaciones.
El entorno de Edmundo calla, porque parece haber descubierto ahora los confusos detalles del caso. Y al Partido Popular todos esos huecos en el relato le convienen: al ver al embajador en las imágenes, puede acusar al Gobierno español de «complicidad en un golpe de Estado».
Posible respuesta: El texto firmado deja mal a Edmundo y, como todos sabían que el documento existía, desde su misma llegada a Madrid, las oposiciones venezolana y española pregonaron el discurso de que «no fue humanidad, sino complicidad».
González Urrutia sumaba su nombre al de Leopoldo López, Antonio Ledezma, Julio Borges… todos ellos, como tantos otros, refugiados hoy en España.
Acto III
Tercer agujero: ¿Por qué hay testimonio gráfico y de audio de lo ocurrido en la legación diplomática española?
El chavismo ha publicado, convenientemente recortados, fragmentos de audio que comprometen a todos los implicados. Además, ha filtrado unas fotografías del día de la firma que parecen tomadas al descuido: en una se ve al diplomático español, presente mientras se intercambian los papeles; en otra, se adivina al interlocutor, presunto autor de la primera instantánea… pero, si no había nadie más en la estancia, ¿tomó el embajador esa última imagen?
El tembloroso Edmundo dice, por boca de su abogado, que él no sabía que lo estaban grabando. El Gobierno español tampoco admite tener conocimiento de ello. Pero Jorge Rodríguez da a entender que todos estaban en el ajo: «Teníamos que sustentar nuestra versión, nuestras palabras», «¿imaginan lo que habría pasado si luego dicen que lo que allí se dijo no es verdad?».
Y remata con lo que denomina «una curiosidad jurídica»: «Según la legislación española se puede grabar sin consentimiento». Más claro, agua.
Entonces, ¿el que llevaba un micro oculto y la cámara era el interlocutor, el tal Eudoro, o había más personas en la reunión? Porque si no, ¿qué grado de complicidad hay en el diplomático español? ¿Hubo o no hubo «horas muy tensas» y «coacción» a Edmundo en la embajada?
Aclara Exteriores que la residencia no es «suelo español», que tiene protección especial diplomática, pero no el rango de la embajada en sí… lo que evita explicar por qué Delcy pudo entrar, a pesar de que la sanción de la UE le impide pisar territorio europeo.
Pero aclara Jorge Rodríguez que «en España se puede grabar sin consentimiento»… más allá de lo dudoso de esa afirmación, son dos excusas contradictorias para un mismo hecho, lanzadas por personajes diferentes a públicos distintos.
Al final, caben dos posibilidades: o a la residencia del embajador español en Caracas -la ciudad más violenta del país más violento de América Latina- se puede entrar con un micrófono oculto y con un móvil escondido o todos sabían lo que estaba ocurriendo y han preferido tacharlo del guion.
Posible respuesta: Como el chavismo no muestra las actas (no puede), no tiene más prueba de haber ‘ganado’ las elecciones que ese documento en el que el ganador «capitula, se rinde», como dice el mismo Jorge Rodríguez.
Según personal diplomático, las dependencias de la embajada española en Caracas no son muy grandes.
De hecho, el edificio diplomático y la residencia del embajador comparten un mismo edificio de planta baja y, por fuerza, Ramón Santos y Edmundo González estuvieron muchas horas juntos, como mínimo, el viernes día 6 de septiembre. O lo que es lo mismo, entre la primera visita de los hermanos Rodríguez -la grabada en audio- y la segunda -la fotografiada-.
Acto IV
Cuarto agujero: Si González Urrutia dice ahora que «cumplirá el mandato» y se presenta a sí mismo como «presidente electo», ¿por qué no lo hizo en sus dos primeros comunicados, uno al llegar a España y otro tras reunirse con Pedro Sánchez?
Fueron muy llamativas las dos primeras comunicaciones escritas del candidato opositor tras refugiarse en Madrid. Mientras María Corina Machado enarbolaba la bandera de su victoria desde Venezuela y la oposición española lograba que el Congreso, el Senado y hasta el Parlamento Europeo lo reconocieran como «presidente electo», él parecía huir de la lucha.
Al principio, sólo agradecía al Gobierno de España y abogaba por «el diálogo y la solución pacífica» de las controversias políticas en su país. Una versión conveniente para él y para que sus dos días en la embajada española se parecieran, oficialmente, lo más posible a los 38 anteriores en la holandesa.
Para el chavismo, esto tiene una explicación: quienes de verdad lo están «coaccionando» son el PP y los líderes opositores en el exilio, «a los que se les acaba la plata«.
Desde Moncloa, se evita dar toda explicación, pero se insiste en los dos principios de «prudencia» y «pragmatismo» para llegar al 10 de enero con una «solución democrática pactada entre venezolanos».
Parte de la oposición radicada en España afirma que, igual que Edmundo traicionó a los suyos firmando, ahora le traiciona Maduro difundiendo el documento firmado. Y desde el entorno del protagonista, se alega que había un compromiso de confidencialidad, al punto de que su abogado, José Vicente Haro, publicó un vídeo negando categóricamente la existencia del papel firmado.
Posible respuesta: A las tres partes les convenía ocultar lo ocurrido, de inicio, y que Edmundo llegara a España en silencio. A él, para ocultar su «claudicación». Al Gobierno español, para acoger a un «héroe». Y al chavismo, para sembrar todas estas discordias… que explotaron al filtrarse la existencia del documento. Hoy, la oposición está descabezada y desanimada; y tanto España como la UE, divididas.
Todo esto ha ocurrido al mismo tiempo que parecía desatarse una grave crisis diplomática entre España y Venezuela. Mientras Albares y Sánchez evitaban cualquier palabra que ofendiera a Maduro -ni reconocer a su rival ni calificarlo de tirano, por ejemplo- la ministra de Defensa, Margarita Robles, se sinceró en una entrega de premios calificando de «dictadura» al régimen chavista.
Al poco, se conoció la detención de dos turistas españoles en suelo venezolano a los que el ministro Diosdado Cabello acusó de «pertenecer al CNI» y de «participar de un complot con la CIA para asesinar» al hijo de Chávez.
A día de hoy, sólo se sabe que la Asamblea chavista se ha saltado su propio orden del día y no ha votado «romper relaciones diplomáticas con España», pese a lo anunciado tras las palabras de Robles.
Transcurridos 20 días de su detención, ni se conocen los cargos contra los dos jóvenes de Bilbao detenidos ni se sabe dónde están. Es más, el canciller, Yván Gil, presume de haberle cogido el teléfono a Albares y de negarse a informarle de nada…
Y este quinto agujero sí que tiene la respuesta aún tachada: ¿Por qué España hizo una demostración de fuerza ante Argentina, retirando a la embajadora por unas simples palabras del presidente Javier Milei, pero se mantiene impasible ante el ‘secuestro’ de dos de sus nacionales, ya va para un mes, por el sátrapa venezolano?
¿Qué le impide reaccionar?