Juana (nombre ficticio) es la madre de una de las once víctimas de la trama de prostitución de menores para cuyos miembros dictó sentencia el pasado 11 de septiembre la Audiencia Provincial.
Su hija era una niña de 15 años cuando fue rescatada por la Policía del chalet en Zarandona (Murcia) que regentaba Ruth Karina Dorado Toledo: una de las 13 condenadas y ‘madame’ de esta red que captaba y prostituía a menores de edad en Murcia. La menor sufrió abusos al menos una vez por el empresario, expresidente y exvicepresidente de la COEC y exvicepresidente de la CROEM Juan Castejón Ardid, condenado a 5 meses de cárcel y a indemnizar a la hija de Juana con dos mil euros.
Para hablar de la polémica sentencia y de lo ocurrido en 2014, pide que no se la identifique ni a ella ni a su hija; y explica que teme que los miembros de la trama de prostitución las encuentren y tomen represalias contra ellas.
A pesar del terror y de su delicado estado de salud, ha decidido hablar. Por su hija, por el resto de víctimas y por todas las niñas y madres de Murcia.
¿Cuándo conoció la sentencia?¿Qué sintió?
Vi en las noticias que la Fiscalía había llegado a un acuerdo con ellos y llamé al juzgado. Teníamos una cita para ir, pero al llamar me dijeron que no teníamos que ir. Sentí mucha impotencia. Estoy muy indignada con la Justicia. Esta gente está suelta y todas las niñas de Murcia están en peligro de que les pase lo mismo que a la mía. Han pasado 10 años pero siguen en peligro.
El fiscal superior Díaz Manzanera se va a reunir con los fiscales para estudiar si piden que vayan a la cárcel, ¿qué les pide?
Esa gente merece la cárcel. El daño que le hicieron a mi hija: violarla, prostituirla; eso la hundió para toda su vida y pido a los jueces y fiscales de Murcia que se haga justicia porque a esas niñas les rompieron la infancia. Les rompieron toda su vida.
¿Cómo supiste que tu hija estaba siendo víctima de trata?¿Qué pasó?
No me lo esperaba, me desplomé. Mi hija tenía 15 años y le mandaron a otra niña que tenían contratada: una chica que iba de año en año cambiando de colegio para captar menores. Era nueva en el centro y una tarde mi hija me preguntó «¿Me puedo ir con ella a cuidar a un niño?». Yo le dije «Vale, pero aquí a las 7». Entonces la montaron en el coche, se la llevaron y una vez que estás montada obedeces.
Después volvió llorando. Yo no entendía qué le pasaba y le pregunté «¿Es que se te ha caído el crío o algo?» pero ella me decía «No me preguntes más, mamá, no puedo hablar». Esos gorilas mafiosos, los conductores -que eran los peores, le metieron miedo y la amenazaron con que si hablaba y no obedecía matarían a su familia.
Al día siguiente me llamó la Policía para que fuera a comisaría y me dijeron que habían rescatado a mi hija.
Gracias a Dios ya los estaban vigilando y ella solo pasó dos días en ese chalet antes de que intervinieran. Fueron dos días, pero dos días donde a mi hija la violó tres veces un empresario que pidió una menor que fuera virgen.
Los agentes me contaron que ese mismo día, en el registro de la casa, encontraron un billete de avión para llevársela fuera del país. Me dijeron, «menos mal que hemos llegado a tiempo, porque si la sacan del país ya no hubiéramos podido hacer nada». Siempre estaré agradecida a la Policía que rescató a mi hija de ese chalet en Zarandona.
«A mi hija la violó tres veces un empresario que pidió una menor que fuera virgen»
¿Qué pasó después?
Tuvimos que mudarnos. A mi familia no le dije nada y yo con mi hija nunca he podido hablar de esto. Ella se lo comió sola, y yo me lo comí sola. Me costó mucho tiempo volver a trabajar. No te imaginas cómo me costó sacar fuerzas. Por lo menos cuatro años. Entré en depresión de verla así, de ver cómo le habían amargado la infancia. Y, ahora, desde que supe que no entrarán en prisión he vuelto a recaer.
Ella se hundió. Se encerró en sí misma. No salía ni de la habitación, tenía una depresión horrible y estaba atemorizada por si esta gente volvía a por ella. Yo empecé a sacarla con ayuda de sus hermanos, porque una cría con 15 años no puede estar todo el día metida en su casa. La sacaba por ahí a discotecas, la cogía de las manos y nos poníamos a bailar. Ella miraba para todas partes porque tenía miedo, pero yo le decía «¿Miedo de qué? Estás aquí con tu madre y tus hermanos».
¿Por qué no presentasteis acusación particular?
No me enteré. Nadie me dijo nada. Hace unos años sí me llamaron y fui al juzgado con mi hija. Estuvieron a punto de echarme de la sala porque le pidieron que señalara fotos y reconociera a una u otra persona y yo les dije «¿No veis que es una cría y no entiende?».
Desde entonces no he vuelto a saber nada. Hasta hace unos meses, cuando nos llegó una carta para que fuéramos al Palacio de Justicia, pero cuando llamé me dijeron que ya no teníamos que ir. Por eso hablo, por esas madres que tienen miedo y ahora tendrán más.
Los agentes me contaron que ese mismo día, en el registro de la casa, encontraron un billete de avión para llevársela fuera del país»
¿Cómo está su hija ahora?¿Conoce la sentencia?
No sabe nada. Mi hija aún no se ha enterado, ni se lo voy a decir: no quiero que el miedo se apodere de ella otra vez. Me costó mucho que volviera a hacer vida normal y ahora no está bien. Sigue con tratamiento y tiene días buenos y malos.
¿Le han llegado las críticas a la sentencia? ¿Sabe que hubo una concentración en contra?
Sí, agradezco que me ayuden a luchar por que se haga justicia. Cuando vi a la gente en la calle me sentí muy apoyada, porque esto no es una cosa aislada. Y cuando escuché a la gente decir «estamos aquí por la infancia» me emocioné mucho. Recordé cuando conocí a las otras madres en la puerta del juzgado. Yo había salido en un programa de televisión para denunciar. Me dieron un abrazo y me dijeron «gracias por luchar, nosotras no podemos porque tenemos mucho miedo». Y pensé que tenía que hablar, porque no quiero que ninguna madre ni ninguna niña vuelva a pasar por algo así.
Las víctimas no quieren hablar
Este medio ha conseguido contactar con dos víctimas más de la trama de prostitución de menores. Ninguna de ellas quiere hablar de lo ocurrido o conocer detalles de la reacción a la sentencia.
En conversaciones privadas, una de las familiares de estas víctimas explica que solo desea que todo termine y que se deje de hablar del asunto en las redes y en los medios de comunicación.
Se pregunta qué sentido tiene volver a remover todo diez años después, y cree que recordar el pasado puede afectar psicológicamente a las víctimas y hacerles revivir lo que ocurrió.