En una misma tarde, pasó de todo. Se quebró la rodilla derecha de Ter Stegen dejando una imagen desconsoladora, lleno de lágrimas. Roto el portero, el Barça de los niños se levantó con grandeza para firmar un triunfo inmenso abatiendo a un valiente Villarreal, al que dejó sin respuesta. Necesitó los goles de Lewandowski, que luego falló hasta un penalti, la personalidad de unos jóvenes que debían estar en el Barça Atlètic, las diabluras de Lamine Yamal, algo que por rutinario no deja de ser sorprendente, y la entereza futbolística para atenuar el vacío que deja el meta alemán con esa grave lesión.

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