La primera derrota llegó cuando menos se deseaba en Orriols. Cuando las sensaciones, reflejadas en la cúspide de la clasificación, crecían en medio de la ilusión de los que sueñan con subir a Primera División. Quizás, en el momento menos indicado, pero en un enfrentamiento donde la dificultad de la categoría, al igual que sus particularidad, demostró que cada fin de semana se deberá sudar para sumar puntos en el casillero. No obstante, la primera derrota del Levante de Julián Calero dolió más por el instante, a pocos minutos del final, debido al gol de un Bazdar que desniveló las dianas en la primera mitad de Soberón y Morales (2-1) y tras ser mejor que su adversario desde la valentía y la personalidad. La miel se queda en los labios de todos los levantinistas, al igual que la rabia de un equipo que se vio capacitado para asaltar un estadio de altura. Sin embargo, el camino es correcto. La implicación es alta y las ganas de conseguir grandes gestas se mantiene, desde la autocrítica y sin abandonar las ganas de crecer en busca de la excelencia. Esta vez tocó cruz, pero, nuevamente, terminará saliendo cara.

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