Escribía mi amigo Emilio, columnista y escritor, natural de Lugo, sobre el dudoso honor de ser la provincia con menor índice de natalidad de España. Y se preguntaba si ya habríamos iniciado la aproximación hacia el apocalipsis por el camino de la extinción. También, si tal como vaticinaron los profetas, habría macro-juicio. Y, en ese caso, inquiría nuevamente: ¿habrá amnistías?.
Yo le contesté que puede parecer que el Apocalipsis se estuviese sembrando ahora, pero que no es así. El Apocalipsis sucederá, pero no lo decidirá el hombre por mucho que se empeñe. Y ello a pesar de observar preocupantes paradojas en determinados comportamientos, que suponen la reducción al absurdo de la conducta humana. Y, sin animo de ser exhaustivo, apunté algunas que se me antojaban evidentes:
– Una sociedad basada en la economía de consumo que reduce drásticamente el número de consumidores.
– Para defender nuestras sociedades nos dotamos, sin cesar, de armamento en cantidades y potencia más que suficiente para garantizar la propia destrucción varias veces.
– Nunca se habló tanto de amor, y lo ansiamos y prometemos eterno, pero nos aterran más que nunca los compromisos para toda la vida. Escasean los «arrendamientos» indefinidos, y casi todos son de temporada y turísticos.
– Amar es dar, mejor dicho, darse. Pero, regateamos nuestra entrega a la par que nos volvemos insaciables con lo que recibimos.
– Gritamos libertad mientras corremos a someternos al dominio de nuestro egoísmo.
– Hombre casado, hombre estropeado; mujer embarazada, una pringada; si tiene varios hijos, ¡que pares ya, pareces una coneja!;.. Pero nos satisface tener mascotas, llevarlas a guarderías, ir a esperarlas al bus «escolar» con ilusión para poder besarlas, llevarlas al sastre o a las tiendas, que tengan hoteles, clínicas, tanatorios, cementerios y derechos.
– Contrariamente a lo que molestan los niños, con los que nos sentimos coartados, los perritos, gatitos, canarios…, nos enorgullecen y enriquecen con su sensibilidad y compañía.
– Buscamos afanosamente seguridad, riqueza, continuidad…, pero nos privamos de esa posibilidad condenando la vida de quienes no van a nacer, sumiéndonos en la mayor pobreza.
….
Un virus de «calidad» (de vida) se ha extendido, y ya es pandemia que no para de medrar. ¿Queda tiempo para actuar? ¿Acelerará la humanidad el paso para solventar su ocaso?
¿Veremos infrahumanos generados para cubrir nuestras necesidades y apetencias; granjas para mestizaje con animales; colonos seleccionados para enviar al espacio para preservar la especie; lugares protegidos para los escogidos;…?
Virus de calidad, natural, de laboratorio o despacho, que consigue diezmar una población, anestesiada por el goce, la comodidad y la pérdida de la razón, endiosándola y haciéndola creerse única y soberana para decidir lo que es bueno, o sea, lo que me apetece y lo que quiero. ¿Habrá logrado alterar en su ADN al ser humano, hasta el punto de modificar su capacidad de conocer y de amar?
Se acabará el mundo, sin duda. Desparecerán la materia y la energía, el espacio y el tiempo. Sólo Quien lo creó podrá ponerle fin cuando considere.
No habrá lugar donde guarecerse cuando el dueño de la Creación venga a tomar posesión de lo que es suyo y le pertenece.
Y habrá juicio, naturalmente, porque hay Justicia, y es justo dar a cada uno lo suyo.
Y no se nos preguntará por otra cosa que no sea si en mi vida amé. De ahí que nos aconsejase San Agustín: «ama y haz lo quieras».
Los hijos son el mayor don. Y una manifestación de que Dios todavía sigue creyendo en el hombre.