Poco tiene que ver el primitivo rodamiento que ideó Leonardo da Vinci hace 500 años con los complejísimos transmisores de movimiento que sirven a la industria automotriz y eólica en el siglo XXI. Hoy, estas piezas que permiten la rotación de la rueda de un camión durante más de un millón de kilómetros o el giro de la turbina de un aerogenerador de 200 metros de altura se fabrican con una tolerancia al error más pequeña que un cabello, lo que garantiza precisión y fiabilidad. No es una exageración, sino la seña de identidad de la multinacional aragonesa Fersa, referente mundial en el ensamblaje de estos componentes que, pese a registrar un crecimiento exponencial, mantiene su cuartel general en la Plataforma Logística de Zaragoza (Plaza)

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