En Potsdam, la capital de Brandeburgo, tienen su domicilio familiar el canciller Olaf Scholz y su esposa Britta Ernst, quien hasta hace un año fue ministra de Educación en ese land. Ahí también reside la titular de Exteriores de Alemania, la verde Annalena Baerbock. Pero eso no significa que socialdemócratas o verdes jueguen en casa en las elecciones regionales de este domingo en el Estado que envuelve Berlín.
Con 2,1 millones de electores, Brandeburgo representa tanto a la elitista, monumental y turística Potsdam como a la semirural franja fronteriza con Polonia. En una de sus hermosas residencias se celebró el invierno pasado la reunión entre neonazis alemanes y austríacos con planes para deportar a millones de ciudadanos de origen no alemán. El porcentaje de población extranjera es de un 7%, la mitad del 15% nacional y alejado del 24% de Berlín. Pero el discurso contrario al asilo se ha apoderado de la campaña, mientras el Gobierno de Scholz endurece las leyes contra la migración irregular y crece la alarma social, sea por el yihadismo o la criminalidad presuntamente «importada».
Scholz ha estado ausente en el final de campaña. Su presencia podría incluso perjudicar a su correligionario y primer ministro regional, Dietmar Woidke, con 11 años en el cargo. En las regionales de 2019, este veterano defendió para el Partido Socialdemócrata (SPD) la posición de primera fuerza, frente a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) entonces capitaneada por Andreas Kalbitz. La cúpula del partido acabó echando a Kalbitz porque su pasado en grupos neonazis dañaba a toda la formación. Su candidato actual, Hans-Christoph Berndt, pertenece a la misma corriente de los autoproclamados «patriotas» de Björn Höcke, el líder de Turingia que logró para la AfD la posición de primera fuerza en las regionales celebradas a principios de mes. Los hitos de Höcke han agudizado la radicalización de un partido que, además de primera fuerza en el este, ocupa la segunda posición a escala nacional.
Woidke tiene ahora una estimación de voto del 27%, un punto por debajo de la AfD, pero 11 por encima de la conservadora la CDU. En las últimas semanas ha ido ganando terreno, punto a punto. Le respaldan algunos históricos de la CDU, como la expresidenta del Parlamento Rita Süssmuth. Al nuevo populismo izquierdista de Sahra Wagenknecht, pieza clave para la búsqueda de coaliciones sin la AfD, se le pronostica un 13% de los sufragios.
Una coalición agónica
El propio Woidke ha anunciado su adiós si vence la AfD. Pero más allá del futuro del líder regional, los comicios en Brandeburgo se consideran la última bala para Scholz y su tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales. Los tres coaligados quedaron a mínimos en las elecciones regionales celebradas el 1 de septiembre en Turingia y Sajonia, los dos estados del este donde los ultras se dispararon a la primera y segunda posición, respectivamente. A los liberales se les pronostican resultados pírricos, que les dejarán fuera de otra cámara regional. Los verdes podrían salvar la cara incluso si quedan por debajo del 5%, el mínimo para obtener escaños, si obtienen de nuevo un mandato directo o victoria absoluta en Potsdam.
Se respira nerviosismo en Berlín, sobre todo por parte del líder liberal y ministro de Finanzas, Christian Lindner. Lo único que aparentemente ha impedido hasta ahora la ruptura de coalición es la certeza de que unas elecciones anticipadas precipitarían su degradación a extraparlamentarios también a escala federal.
Los próximos comicios generales están previstos para el 28 de septiembre de 2025. En Berlín se cruzan apuestas sobre si la coalición de Scholz resistirá un año más o si habrá ruptura este otoño, por el disenso constante e insoportable en materia presupuestaria entre Lindner y el ministro de Economía y vicecanciller, el verde Robert Habeck.
¿Dimisión de Scholz?
El tercer escenario que se baraja, como insisten casi a diario los medios del poderoso grupo Springer, es que Scholz acabe como el presidente estadounidense, Joe Biden. Es decir, dejando que luche por retener el poder su ministro de Defensa, Boris Pistorius. Scholz es un canciller «quemado», no por la edad, como Biden, sino por su incapacidad por pilotar una coalición a la deriva, sea en materia migratoria, presupuestaria o en la lucha contra el terrorismo islámico. A Pistorius se le ve como su potencial relevo, a lo Kamala Harris, capaz de imprimir vitalidad a un SPD hoy por hoy insulso.
En esta situación, tomó carrerilla el bloque conservador de la CDU y su hermanada CSU bávara. En Brandeburgo no pueden ganar la batalla. Pero a escala federal su líder, el derechista Friedrich Merz, se aseguró esta semana pasada el respaldo de los suyos como candidato a las generales. La derecha moderada ha enterrado así definitivamente la vía centrista que representó Angela Merkel en sus 16 años en la cancillería. Merz, histórico rival interno de Merkel, tiene anti sí la revancha, a más tardar en 2025.