Parece que fue ayer, porque su impacto sigue indeleble, pero en realidad este domingo, día 22, se cumplen un par de décadas del estreno de ‘Perdidos’ en la cadena estadounidense ABC. Para verla en España tuvimos que esperar a abril de 2005, cuando se estrenó en Fox, o al junio siguiente, cuando lo hizo en TVE-1. Desde el pasado agosto, jóvenes generaciones se ha unido al culto tras la incorporación de la serie a Netflix.
El piloto más caro
En el principio iba a ser algo más sencillo. Al presidente de ABC, Lloyd Braun, le interesaba hacer una especie de versión serializada de ‘Náufrago’ cruzada con ‘Supervivientes’. Un primer guion firmado por Jeffrey Lieber no le gustó, pero igualmente su autor acabó siendo acreditado como cocreador con J. J. Abrams y Damon Lindelof, quienes acabaron escribiendo el piloto. Abrams prometió a la cadena hacer algo menos serializado que ‘Alias’, pero mentía como un bellaco: esta iba a ser una saga de dimensiones épicas. Logró, además, llevarse el proyecto al terreno sobrenatural donde le apetecía jugar. Pero a mitad de la primera temporada se fue a dirigir ‘Misión: Imposible 3’ y, básicamente, dejó todo en manos de Lindelof y el productor ejecutivo Carlton Cuse, a la postre los principales responsables de ‘Perdidos’.
Quien se despidió realmente de la serie fue Braun; o mejor dicho, fue despedido de ella e incluso antes de que se llegara a estrenar. ABC le echó en cara haber dado luz verde a una locura como esta, con un piloto de catorce millones de dólares (el más caro jamás producido hasta la fecha), en mitad de una cierta crisis para la cadena. Y luego vinieron la media de 18,39 millones de espectadores (solo en Estados Unidos) y el Emmy a la mejor serie dramática para esa clásica primera temporada.
Personajes fáciles de querer
En aquellos episodios se nos familiarizaba, de forma magistral e irresistible, con los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic Airlines, que desaparecía mientras sobrevolaba el Océano Pacífico en la ruta Sydney – Los Ángeles. Por citar algunas influencias declaradas, eran náufragos al estilo, así, Chuck Noland/Tom Hanks, solo que perdidos en una isla tan misteriosa como la de Julio Verne o el videojuego ‘Myst’.
Eran personajes fáciles de querer o, al menos, sentir interés. Estaban el cirujano con traumas paternales Jack Shephard (Matthew Fox), el estafador Sawyer (Josh Holloway) o la fugitiva Kate (Evangeline Lilly), objeto de atenciones de los dos anteriores. Charlie (Dominic Monaghan), exestrella del rock con un éxito (‘You all everybody’) bajo la manga, pero que en la serie emocionaba versionando a The Beach Boys. El misterioso John Locke (Terry O’Quinn), muy hábil helando la sangre con una simple cáscara de naranja. O, por supuesto, el encantador Hurley (Jorge Garcia), especialmente querido por la banda Weezer, que pusieron su nombre a un disco de 2010 en el que, además, nuestro héroe salía en portada.
Además de mostrar sus peripecias en una isla que es una especie de corcho en la boca del infierno, cada episodio incluía una historia adicional (anterior, posterior o de una realidad paralela) que permitía conocer más de algún personaje, sus pasados, sus traumas, los pecados que querrían echar de su corazón. Como después en ‘The leftovers’, Lindelof supo servirse de ideas fantásticas para explorar dramas reconocibles y cuestiones de fe.
Todo vale si es entusiasmante
En el infinito proyecto ‘Perdidos’, a los placeres sencillos de los viejos seriales (acción, comedia, tragedia, romance, misterios a granel) se unían saltos sin red en forma de atrevimientos estructurales y narrativos, como los citados vistazos a una versión distinta de la vida de los mismos personajes. El público empezó a perderse y abandonar alrededor de la tercera temporada, cuando los viajes en el tiempo comenzaban a ser una constante. Así fue como algunos se perdieron, precisamente, ‘La constante’, quinto capítulo de la cuarta temporada, el mejor de la serie para casi cualquier fan: una aventura dolorosa del viajero del tiempo, el espacio y las dimensiones Desmond Hume (Henry Ian Cusick); un gran episodio de Navidad.
Pese a quien pese, también su final en dos partes debería aparecer en cualquier artículo-lista sobre sus mejores horas. Algunos espectadores (al parecer, la mayoría) quedaron descontentos con la definición de esa realidad paralela donde se había desarrollado buena parte de la última temporada: resultó ser una especie de purgatorio creado por los isleños supervivientes para reunirse después de muertos. Otros, como David Muñoz de Estopa, quedaron encantados. «Me encantó el final, me encantó el principio y no quería que se acabara nunca. Lo único que no me gustó del final era que se acababa», dijo a El Periódico
Muy imitada pero inimitable
Acabada ‘Perdidos’, empezaron a llegar los intentos (solo intentos) de capturar su magia. ‘La cúpula’ era ‘Perdidos’ cambiando la isla por un pueblo misteriosamente techado con una gran barrera transparente. ‘Manifest’: casi un remake de ‘Perdidos’, con otro vuelo misteriosamente desaparecido y esa lucha de ciencia contra fe. ‘The wilds’: ¿y si en la isla de ‘Perdidos’ solo hubieran caído (en apariencia) carismáticas chicas adolescentes? ‘1899’: ‘Perdidos’ en versión (en apariencia) náutica. ‘Silo’: ‘Perdidos’ bajo tierra.
El ‘showrunner’ de esta última, Graham Yost (‘Justified’), admitía en entrevista con El Periódico el influjo de la serie: «En la sala de guionistas hablamos mucho sobre la Escotilla, que para mí es una de las mejores revelaciones de final de temporada que se hayan visto jamás». Y hablando de la Escotilla: ¿no es por ella misma por la que bajan los héroes de ‘The watchers’, la reciente película de Ishana Night Shyamalan, en busca de explicaciones a lo inexplicable? ‘Perdidos’ sigue bien viva en el imaginario colectivo y creativo.