A punto estuvo de llenarse La Glorieta en la tarde del cartel más redondo de una feria que ya no vivía en el centro de la ciudad y con un lluvia fina previa al festejo que imposibilitó el cartel de ‘No hay billetes’ colgado de las taquillas. Quien no se acercó al coso salmantino se perdió un más que interesante festejo que acabó con la terna a hombros y el buen sabor de boca de un encierro de Garcigrande que tuvo el denominador común del interés que da la casta en sus distintas versiones.
Pesa a que los tres toreros abrieron la puerta grande, la tarde estuvo marcada por la actuación de Talavante al bravo cuarto de Justo Hernández. Un toro abrochado de cuerna, de buenas hechuras y una bravura compensada que desarrolló en todos los tercios. Cantó su buena condición en el capote del extremeño, cumplió en la vara que tomó y llegó al tercio de muleta con encastada nobleza y distinguido estilo. Volcaba la cara el de Garcigrande cuando tomaba el engaño que le presentaba el diestro y se reducía en su embestida cuando llegaba al embroque. Y Talavante mostrando su mejor versión. Templado y profundo el trazo de los muletazos por el pitón derecho, dejando la muleta siempre en el hocico del toro para provocar que aquello no parase. Intenso todo. A izquierdas no lo vio en el tramo central del trasteo, pero sí en una coda final al natural por donde surgieron tres naturales rotundos por su despaciosidad y por la forma de enroscarse al toro a la cintura. Los tendidos en pie y algunos pidiendo un excesivo indulto. La estocada, previo pinchazo, desató la euforia en los tendidos de La Glorieta que pidieron y consiguieron las dos orejas para el torero pacense y la vuelta al ruedo para ‘Querido’.
Antes, en el abreplaza, Talavante apretó demasiado en el inicio de faena a un toro que sacó buena clase pero contado poder en sus embestidas. Saludó una ovación tras un pinchazo y una estocada entera.
Andrés Roca Rey dijo poco con el buen segundo, un toro de Garcigrande manejable pero de embestida demasiado almibarada para un diestro peruano que pide más chispa. Pinchó y dejó después una estocada y la petición de oreja no fue atendida por el palco.
Sí tuvo más interés la lidia del quinto, un astado manso pero de fondo encastado que marcó pronto su querencia a la zona de chiqueros. Ahí le planteó faena Roca Rey, que expuso mucho ante las inciertas pero emotivas embestidas de su oponente. Un final entre los pitones y una estocada fulminante le pusieron en bandeja un doble trofeo que a parte del público le pareció excesivo premio.
Pablo Aguado tuvo como primero oponente un toro de dulce y almibarada embestida al que cuajó de capote en un saludo a la verónica despacioso y acompasado. Toro a modo para el sevillano, que se explayó en un trasteo de bellas formas y templado trazo. A media altura lo bordó Aguado, que ejecutó trincherazos que fueron auténticos carteles de toros. Paseó una oreja de peso.
Menos peso tuvo la que obtuvo del sexto, un toro que pedía compromiso para embarcarlo y tirar de él pero con el que el diestro hispalense no terminó de apostar. Pero un final vistoso y una estocada efectiva le permitieron salir a hombros junto a sus dos compañeros de terna