«Al final me da pena ajena que usted, señor (Edmundo) González Urrutia, que me pidió clemencia a mí, no tenga palabra y alegue su propia torpeza y su propia cobardía para tratar de salvar yo no sé qué». Nicolás Maduro expresó un fastidio bíblico o el de un monarca medieval al expresar su rechazo a las declaraciones de su rival en los comicios que también dice haber ganado y que aseguró haber firmado bajo coacción un documento en el que reconoce la victoria del actual presidente de Venezuela. Maduro ya no se siente un hombre mirisercordioso ante el opositor que partió al exilio que y que acaba de ser reconocido por el Parlamento europeo como presidente electo. «Siento pena ajena por el pataruco», dijo en alusión al gallo que, en la tradición venezolana no sirve para pelea. «Nadie puede alegar su propia torpeza en defensa propia. González Urrutia, nadie puede alegar su propia cobardía y su propia traición a sus seguidores en defensa propia».

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