Decía Diego Pablo Simeone en el día previo a medirse con el Leipzig que, en esta nueva Champions del todos contra todos, «los empates sirven hasta cierto punto», y que los equipos «necesitan ganar». «Hay que ganar», repitió, de hecho, incidiendo en que para meterse entre los ocho primeros era necesario sumar de tres en tres. Y José María Giménez, uno de sus alumnos más aplicados y veteranos, le hizo caso, rescantando la victoria (2-1) con un testarazo en el descuento que permite a los del Cholo iniciar su enésima intentona con buen pie. O mejor dicho, con mucha cabeza en este caso.
Era uno de esos días que invitan a liarla, y más cuando de por medio está de por medio el Atlético. Estreno en Champions, focos a tutiplén y lluvia, mucha lluvia en una noche de jueves en Madrid. Porque sí, ahora resulta que también se juega Champions algún jueves, las cosas del nuevo formato. Pero el cielo dio tregua nada más comenzar, y el partido arrancó con normalidad y sin lluvia. Esa que no dio, por otro lado, el Leipzig.
Sorprendió Simeone de inicio dejando en el banquillo al goleador Gallagher para dar entrada a Correa. También volvió al once Julián, que entró en el lugar del señalado Sorloth y tuvo su oportunidad Riquelme por un exprimido Lino. Rotaciones, quizás, con la vista puesta en la maratón de partidos que se viene en los próximos 18 días. Por mucho que se repita y repita lo del «partido a partido», las apreturas del calendario obligan a mirar más allá.
Y también porque el rival requería de piernas frescas. Invitaba a pensar la visita del Leipzig en un partido frenético, de escuela alemana, y así fue. Tanto que solo tuvieron que pasar tres minutos para que se pusiera por delante el equipo alemán en el marcador, gracias a una contra que condujo Sesko, autor a posteriori del gol tras remachar de cabeza el rechace de Oblak al disparo de Openda.
No engaña el equipo de Marco Rose, que juegue donde juegue no maneja otra opción que la de plantarse por la vida haciendo todo a mil revoluciones. Y, o aceptas el envite y lo igualas, o te lleva al borde del precipicio, como le pasó al Atlético en unos diez primeros minutos en los que incluso pudo recibir el segundo. Pero apareció Reinildo, salvador, para evitar que Sesko se quedara solo ante Oblak y el chaparrón empezó a menguar.
Conexión Llorente-Griezmann
Un cuarto de hora le duró el letargo al Atlético, que se enchufó tras una doble ocasión que Julián y Griezmann no pudieron concretar al no encontrar el hueco entre una maraña de piernas alemanas en el área pequeña. Viró con ella la dinámica inicial del choque, con los rojiblancos templando y creciendo conforme pasaban los minutos. Y amenzando.
Presionando arriba pusieron en aprietos a Vermeeren, titular en su vuelta al Metropolitano y quizás aún confundido por su pasado, porque regaló a Correa la opción de rematar solo dentro del área. Salvó Lukeba a su equipo, y en la posterior fue el palo el que evitó el tanto del argentino a la salida del córner.
Eran avisos de lo que se venía. Mediada la primera parte, la enésima jugada trenzada del Atlético dejó a Correa solo en el círculo central con tiempo para pensar, y el argentino optó por la opción que nunca falla. A su derecha, emergió como una centella el carrilero Llorente, que remontó hasta línea de fondo y encontró con su centro a un Griezmann que, solo y sin oposición dentro del área, embocó de primera con la mala, la derecha.
Sorloth sin «contundencia»
La vieja confiable, que diría el tuitero medio, del Atleti dando réditos por enésima vez. Tan bien y tantas veces ha funcionado la fórmula que a veces, incluso, se abusa de ella. Le pasó al propio Correa, que en una jugada similar optó por volver a buscar a Llorente, como si se jugará ya en automático, cuando a su izquierda Julián enfilaba solo la portería de Gulacsi.
Con el Atlético buscando el segundo llegó a su fin el primer tiempo, y de la misma forma se inició el segundo. Griezmann, Riquelme, Julián… Llegadas con peligro que no se concretaban y que obligaron a Simeone a remover a su equipo, dando entrada a cuatro cambios
Aparecieron en escena Sorloth, Lino, Gallagher y Nahuel, pero la dinámica no cambió mucho. Se acercaban los rojiblancos, pero sin mordiente en el área.
En especial el delantero noruego, que sigue sin encontrar la «contundencia» que le reclamó Simeone. Las tuvo el nueve, con dos remates de cabeza plácidos que mandó a las manos de Gulacsi.
Su cabeza no martilleó, pero sí lo hizo la de Giménez, que en el descuento, cuando el partido ya moría con empate, dio a Simeone esa victoria que tanto demandaba. El uruguayo, intocable para el Cholo cuando está sano y pilar de la zaga, hizo bueno un balón medido de, quién si no, Griezmann. Porque a la Champions, al menos a los octavos, se va solo de tres en tres.