Las orcas, como los demás cetáceos, son muy sensibles al ruido submarino ocasionado por las grandes embarcaciones que navegan en superficie. El Estrecho de Gibraltar es uno de los lugares del planeta más transitado por barcos de gran tonelaje, y el ruido que provocan se propaga en la zona donde habita un grupo de orcas. Científicos norteamericanos han analizado el impacto de este problema en un lugar de similares características: el mar de Salish, que son aguas costeras interiores en Washington y Columbia Británica, donde viven dos poblaciones de orcas: las residentes del norte y las del sur.
La actividad humana desarrollada durante el siglo XX diezmó las poblaciones de salmón y disparó la captura de orcas con fines de entretenimiento. En el presente siglo, la población residente de orcas del norte ha crecido de manera sostenida hasta superar los 300 individuos, pero la población residente del sur se ha estancado en alrededor de 75, por lo que siguen estando en grave peligro de extinción.
Una investigación dirigida por la Universidad de Washington (UW) y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha revelado cómo el ruido submarino producido por las actividades humanas puede ayudar a explicar la difícil situación de las orcas residentes del sur en este emplazamiento marino. Según un artículo publicado por estos científicos, la contaminación acústica submarina, causada por embarcaciones tanto por grandes como pequeñas, obliga a las orcas a dedicar más tiempo y más energía a la caza de peces.
Reduce su éxito en la captura de presas
Además, el ruido también reduce el éxito general de sus intentos de caza. El motivo por el cual el ruido de los barcos tiene un mayor impacto en las manadas de orcas residentes del sur radicaría en que éstas que pasan más tiempo en zonas del mar de Salish donde hay un mayor y más intenso tráfico de barcos.
«El ruido de los buques afecta negativamente cada fase del proceso de caza de las orcas residentes del norte y del sur: desde la búsqueda hasta la persecución y, finalmente, la captura de la presa», dijo la autora principal Jennifer Tennessen, científica investigadora senior del Centro de Centinelas del Ecosistema de la UW.
«Esto pone de manifiesto por qué las residentes del sur, en particular, no se han recuperado como las del norte. Un factor que dificulta su recuperación es la disponibilidad y accesibilidad de su presa preferida: el salmón. Cuando se introduce ruido, se hace aún más difícil encontrar y atrapar presas que ya de por sí son difíciles de encontrar».
Las orcas residentes del norte y del sur buscan alimento mediante ecolocalización. Los animales transmiten cortos chasquidos a través del agua que rebotan en otros objetos. Esas señales regresan a las orcas como ecos que codifican información sobre el tipo de presa, su tamaño y ubicación. Si las orcas detectan salmones, pueden iniciar un complejo proceso de persecución y captura, que incluye ecolocalización intensificada e inmersiones profundas para intentar atrapar y capturar los peces.
Cuando se introduce ruido, se hace aún más difícil encontrar y atrapar presas que ya de por sí son difíciles de encontrar
El equipo, que también incluye científicos de Pesca y Océanos de Canadá, Wild Orca, Cascadia Research Collective y la Universidad de Cumbria en el Reino Unido, analizó datos de orcas residentes del norte y del sur, cuyos movimientos fueron rastreados mediante etiquetas digitales o «Dtags». Las Dtags, del tamaño de un teléfono celular, que se adhieren de forma no invasiva justo debajo de la aleta dorsal de la orca mediante ventosas, recopilan datos sobre los movimientos corporales tridimensionales, la posición, la profundidad y otros datos ambientales, incluyendo los niveles de ruido en las ubicaciones de los cetáceos.
Las hélices aumentan el ruido submarino
Los investigadores analizaron datos de 25 Dtags colocadas en orcas residentes del norte y del sur durante varias horas en días específicos entre 2009 y 2014. El análisis profundo de los datos Dtag mostró que el ruido de las embarcaciones, en particular de las hélices, aumentaba el nivel de ruido ambiental en el agua.
El aumento del ruido interfería con la capacidad de las orcas para oír e interpretar la información sobre las presas transmitida por ecolocalización. Por cada decibelio adicional que aumentaba el nivel máximo de ruido en torno a las orcas, los investigadores observaron varios hechos. En primer lugar, una mayor probabilidad de que las orcas buscaran presas; en segundo lugar, una menor probabilidad de que las hembras se lanzaran en pos de presas y, finalmente, una menor probabilidad de que tanto los machos como las hembras capturaran sus presas.
Las Dtags también registraron intentos de caza de orcas en inmersiones profundas. De 95 intentos de este tipo analizados, la mayoría se produjeron en entornos con ruido bajo o moderado. Pero seis inmersiones de caza a gran profundidad se produjeron en entornos especialmente ruidosos, y solo una de ellas tuvo éxito.
El equipo descubrió que el ruido tenía un impacto desproporcionadamente negativo en las hembras, que tenían menos probabilidades de perseguir presas detectadas en condiciones ruidosas. Los datos de Dtag no indicaron el motivo, aunque entre las posibles explicaciones figuran una renuencia a dejar a sus crías, vulnerables en la superficie, mientras se persigue a la presa en largas persecuciones que, tal vez, pueden no ser fructíferas, además del deseo de las hembras lactantes de conservar energía.
La solución, reducir la velocidad
¿Cuál es el remedio ante esta situación de ruido submarino? La reducción de la velocidad de las embarcaciones permite que las orcas vivan mucho más tranquilas. Ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y Canadá cuentan con programas voluntarios de reducción de la velocidad de las embarcaciones: el Programa Echo, iniciado en 2014 por la Autoridad Portuaria de Vancouver Fraser, y el Programa Quiet Sound, lanzado en 2021 para las aguas del estado de Washington. Pero reducir el ruido es sólo un factor para salvar a las orcas residentes del sur y ayudar a las residentes del norte a continuar recuperándose.
«Si se tiene en cuenta el complicado legado que hemos creado para las orcas residentes (la destrucción del hábitat del salmón, la contaminación del agua y el riesgo de colisiones con embarcaciones), sumarle la contaminación acústica no hace más que agravar una situación que ya es terrible», dijo Tennessen. «La situación podría revertirse, pero sólo con un gran esfuerzo y coordinación por nuestra parte».
Estudio de referencia: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/gcb.17490
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