El pasado apenas existe para el desfase entre conciencia vecinal e intervención empresarial o administrativa sobre el espacio y el patrimonio, sea del tipo que sea. Las últimas pruebas de ello están en que, cuando parecían superadas y ancladas en la historia las movilizaciones y protestas medioambientales, o semejantes, de unos jóvenes que hoy son abuelos, éstas vuelven con nuevos bríos de exigencia y denuncia frente a una Administración y una presión empresarial que acostumbra a resguardarse bajo el ala de los informes técnicos y el tránsito de alegaciones y contraproyectos. Primera conclusión: la gestión pública dista mucho de coordinarse con la realidad y a partir de ella satisfacer la demanda y la inquietud de un administrado obligado a permanecer en guardia.
Fijémonos solo en lo más inmediato y actual. Crece la contestación frente al proyecto de macrogranja en Son Vanrell, los vecinos de Selva salen de casa para no perder la escuela de Es Putxet y apenas hay día en que alguien no alce la voz porque un parque eólico de gran dimensión amenaza con sobreponerse al terreno agrícola, al pinar o encinar de insustituible valor forestal. Esto es lo que ocurre en Les Planes de Sencelles. Hay unanimidad municipal y movimiento vecinal para hacer un frente común creciente de rechazo. Son comportamientos que invitan a recapacitar sin mayores pretextos.
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