Antes de lanzar una canasta, un jugador de baloncesto se detiene, inspira, expira rápidamente y lanza. Una actriz se prepara para una escena en primer plano: arregla su cabello, cierra los ojos, respira profundamente y comienza. Aunque estos pequeños rituales parecen azarosos y personales, son bastante comunes. ¿Por qué nos tomamos un momento para concentrarnos? La respuesta podría encontrarse en una forma de percepción poco conocida: la interocepción.
La interocepción se define como la capacidad del cerebro para sentir lo que ocurre dentro del cuerpo. Se diferencia de la exterocepción (percepción del entorno a través de los cinco sentidos) y de la propiocepción (capacidad de sentir la posición y el movimiento del cuerpo sin necesidad de verlo). Es el «sexto sentido» que nos permite percibir nuestras sensaciones internas, como el hambre, la sed, el latido acelerado del corazón o la necesidad de respirar profundamente.
Aunque es un concepto relativamente nuevo, ha ganado interés en los últimos años. Álex Gálvez, neurocientífico cognitivo en el departamento de Psicología de la Universitat de les Illes Balears (UIB), estudia cómo la información del cuerpo influye en nuestra interacción con el entorno.
Álex y su equipo llevaron a cabo un estudio que relacionaba la percepción del dolor con el ciclo cardíaco. El corazón tiene dos fases: diástole (llenado de sangre) y sístole (expulsión de sangre). En el estudio, los participantes recibieron pequeños pinchazos en un dedo mientras se les hacía un electrocardiograma (prueba que registra la actividad eléctrica del corazón). Tenían que calificar la intensidad del dolor del 0 al 10. Curiosamente, el dolor se percibía como más intenso durante la diástole que durante la sístole. Esto sugiere que la actividad interna del cuerpo puede afectar nuestra relación con el entorno, aunque se requiere más investigación para entender el porqué.
La interocepción y la salud mental
Las personas con una buena interocepción suelen ser más conscientes de sus sensaciones internas y, por ende, pueden manejarlas mejor. En cambio, una percepción deficiente o exagerada puede dificultar la identificación de procesos y sentimientos, influyendo en la salud mental. Por ejemplo, algunas personas pueden no notar que su corazón late rápido, mientras que otras pueden sentirlo excesivamente.
Álex Gálvez explica que «hay gente que es muy buena o muy mala a la hora de sentir estos cambios del cuerpo. Estos perfiles se correlacionan con atributos de personalidad y salud mental. Si se revisan los síntomas de los trastornos mentales, el denominador común es una lectura aberrante de las sensaciones corporales».
Sensación de falta de aire en ataques de pánico, palpitaciones en el pecho de forma exacerbada en la ansiedad, falta de capacidad de integrar señales del aparato digestivo en trastornos de alimentación… Son ejemplos de enfermedades en las cuales parece que hay, entre otros factores, una lectura errónea de lo que ocurre en nuestro cuerpo.
Otro estudio que realizaron encontró que los participantes con dificultades para describir sus emociones o ansiedad mostraban una interocepción exagerada, por encima de lo normal. Sería el caso, por ejemplo, de una persona que tiene sensaciones en el pecho muy fuertes, a un nivel que otros no notarían, y no es capaz de atribuir esa percepción a que está muy nervioso o nerviosa porque tiene un examen.
La búsqueda de la eficiencia
En sus últimos trabajos, Álex está investigando cómo nuestras acciones se sincronizan con el ciclo cardíaco y, próximamente, quiere enfocarse también en el respiratorio. En el laboratorio, han observado que las personas muestran un patrón en cómo tocan y sienten. «Sin darnos cuenta, nos movemos al compás del corazón», explica Álex. Durante la sístole nos movemos más, mientras que en la diástole nos detenemos para procesar la información. ¿Esto significa que de alguna manera nos ajustamos a nuestro ciclo cardíaco para concentrarnos? ¿Y qué pasa con la respiración?
Álex y su equipo están explorando si usamos la respiración para coordinar mejor nuestros movimientos y órganos, optimizando acciones complejas. La respiración es especialmente interesante porque es uno de los pocos procesos internos que podemos controlar. Y parece que este ritmo no solo influye en los movimientos, sino que podría mejorar nuestra eficiencia en otros aspectos, como la memoria y la atención. Hay personas que, tal vez sin saberlo, logran que su memoria funcione mejor porque sincronizan la codificación de la información con su ritmo interno, o que alcanzan mayor concentración al escuchar una explicación.
Tras estos estudios surge la pregunta de por qué tenemos una determinada capacidad interoceptiva. ¿Viene de nacimiento? ¿Se asocia a algún suceso concreto o se desarrolla con los años? Parece que todos las hipótesis podrían ser ciertas, aunque hacen falta más estudios para confirmarlas. Dicho esto, una última duda surge: ¿se puede entrenar? La respuesta es sí. Practicar atención plena y meditación ayuda a mejorar la percepción de las sensaciones internas. Técnicas de respiración y relajación también refuerzan esta conciencia. Actividades como el yoga y el tai chi fortalecen la conexión entre cuerpo y mente. A pesar de estas herramientas, sigue siendo difícil imaginar todo lo que ocurre en nuestro interior entre un suspiro y otro.
Apuntes: El mapa de las emociones de Mallorca
Durante la pandemia, Álex y su equipo llevaron a cabo un estudio con resultados sorprendentes. En pleno confinamiento, pidieron a los participantes que, de forma online, marcaran en cuatro mapas en blanco de la isla los siguientes aspectos: dónde vivían, dónde tenían recuerdos felices, dónde tenían recuerdos tristes y adónde querían ir al finalizar el estado de alarma. Los resultados revelaron un dato muy claro: las zonas asociadas a recuerdos felices eran similares entre los participantes (como la Serra de Tramuntana y la costa) y tenían en común que eran áreas naturales. Las zonas relacionadas con recuerdos tristes no mostraban un patrón definido. Además, evaluaron los niveles de estrés y ansiedad de los participantes, así como su sensibilidad interoceptiva. Descubrieron que las personas con niveles más bajos de estrés y una alta sensibilidad interoceptiva señalaban áreas aún más concretas relacionadas con momentos agradables.
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