Los jugadores del Girona se pusieron firmes y sonó el himno de la Champions. Quién se lo podía imaginar. Casi ciencia-ficción. Y en París, el Parque de los Príncipes, no en un campo de Suiza o Eslovaquia, por mencionar dos países de rango futbolístico menor. Un sueño salvaje hecho realidad. Hasta Míchel se puso elegante, con americana. La música premiaba la grandeza de la pasada temporada. Pero en cuanto se apagaron los acordes, al equipo le tocaba creerse su lugar en Europa. Y lo hizo. Dio la cara en un partido que se tornó en un ejercicio de resistencia suprema ante la feroz ofensiva del PSG. Y descubrió que la Champions es inmisericorde. Derrota en el último minuto por culpa del mejor jugador del equipo en el estreno, un Gazzaniga que no se podía creer su infortunio (1-0). Amargo desenlace.

Fuente