El autor de la saga de libros sobre curiosidades «Ya está el listo que todo lo sabe», Alfred López, divulgador científico, nos hace algo más sabios al dar respuesta a las preguntas sobre enigmas u orígenes etimológicos de las palabras que utilizamos.
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¿Cuál es el origen del término escaparate?
El término «escaparate» se refiere al lugar donde se exhiben mercancías, generalmente en la parte frontal de las tiendas, para atraer a los clientes. Originalmente, la palabra designaba un armario donde se guardaban objetos delicados o valiosos, ubicados en la cocina, alacena o sala. Proviene del neerlandés «schaprade», que significa «armario».
La primera mención escrita en castellano aparece en la obra póstuma de Miguel de Cervantes, «Los trabajos de Persiles y Sigismunda», publicada en 1617. En esta obra, Cervantes usa el término «escaparate» en un sentido metafórico.
El vocablo fue incluido en el Diccionario de Autoridades en 1732, con la definición de un mueble similar a una alacena o armario, utilizado para guardar objetos delicados, especialmente en las salas de las mujeres de la época.
¿Cuál es el origen del término ‘enfurruñado’?
La palabra «enfurruñado» se utiliza para describir a alguien que está enfadado y malhumorado, a menudo quejándose o protestando.
Según la RAE, «enfurruñarse» significa simplemente «enfadarse», aunque también se refiere al cielo cuando se encapota.
Antiguamente, se creía que «enfurruñarse» provenía del latín exasperari, según el Diccionario de Autoridades de 1732, donde se describía como «ponerse colérico y enojado».
Sin embargo, esta etimología fue posteriormente descartada, y los estudiosos sugieren que el término probablemente proviene del francés enfrogner, una alteración de froigne, que significa «cara de mal humor».
¿Cuál es el origen del término ‘barbitúrico’?
El término «barbitúrico» se refiere a un tipo de sedante o hipnótico, y aunque hoy en día su uso está algo en desuso, tiene un origen etimológico interesante y algo controvertido.
La RAE indica que proviene del francés «barbiturique», derivado del alemán «Barbitursäure». Sin embargo, existen varias teorías sobre cómo se acuñó este término.
Una de las más difundidas sugiere que el químico Adolf von Baeyer lo nombró así en honor a Santa Bárbara, ya que supuestamente lo sintetizó por primera vez el 4 de diciembre, día de la santa.
Sin embargo, otros datos señalan que el descubrimiento se realizó el 27 de noviembre de 1864, lo que cuestiona esta explicación.
También se especula que podría haber sido en honor a una camarera llamada Bárbara que colaboró en sus investigaciones donando orina para las pruebas, o incluso que puede hacer referencia a la «usnea barbata», un líquen del cual se extraía ácido malónico.
También se menciona a Barbara von Cilli, una alquimista del siglo XV, como posible inspiración.