Donald Trump no es el único que ha sido víctima de la violencia política en los últimos dos meses en EEUU – de hecho, los datos señalan que su presidencia ha sido la mayor propulsora de crímenes de odio y ataques motivados por la ideología, tanto contra representantes electos como contra ciudadanos corrientes. Las amenazas contra congresistas se multiplicaron por diez durante su mandato y los delitos de odio han aumentado un 46% desde que llegara al poder en 2016. Desde la Casa Blanca o en campaña tratando de volver a ella, su discurso inflamatorio, tintado de racismo, xenofobia, misoginia, antisemitismo y a menudo animando a la violencia para saltarse con las normas del juego democrático, han dado en un clima de alta tensión del que los ataques contra él son un producto más.

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