Con capucha, gafas de sol y mascarilla, pero con la cabeza alta y sin retirar la mirada. Para sorpresa de los presentes este martes en el Tribunal de Aviñón, al menos dos decenas de los acusados de violar durante 10 años a Gisèle Pelicot se pasean, desafiantes, por el vestíbulo. Te los encuentras en la máquina de café situada a la izquierda de la sala A, donde tiene lugar el juicio, o fumando en la entrada principal. Te los cruzas de camino al baño o esperando en los pasillos durante los recesos. «¡Dejad de filmar!”, gritan ellos a las cámaras. A las puertas, vecinos y activistas les recuerdan –como ya subrayó Gisèle al acudir a cara descubierta ante el tribunal– que la vergüenza debe cambiar de bando. «Estamos aquí para hacer presión, para mirarles a todos a la cara», afirma Lola, vecina de la localidad que se ha desplazado hasta la corte de justicia para «apoyar» a la víctima».

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