Con capucha, gafas de sol y mascarilla, pero con la cabeza alta y sin retirar la mirada. Para sorpresa de los presentes este martes en el Tribunal de Aviñón, al menos dos decenas de los acusados de violar durante 10 años a Gisèle Pelicot se pasean, desafiantes, por el vestíbulo. Te los encuentras en la máquina de café situada a la izquierda de la sala A, donde tiene lugar el juicio, o fumando en la entrada principal. Te los cruzas de camino al baño o esperando en los pasillos durante los recesos. «¡Dejad de filmar!”, gritan ellos a las cámaras. A las puertas, vecinos y activistas les recuerdan –como ya subrayó Gisèle al acudir a cara descubierta ante el tribunal– que la vergüenza debe cambiar de bando. «Estamos aquí para hacer presión, para mirarles a todos a la cara», afirma Lola, vecina de la localidad que se ha desplazado hasta la corte de justicia para «apoyar» a la víctima».
A diferencia de Gisèle, a ellos nadie les persigue, les pide declaraciones, ni les dirige la palabra. Su presencia es notoriamente invisible. Sus abogados están en trabajando para presentar una querella contra quienes grabaron las caras de los acusados en los primeros días de juicio y, vulnerando su derecho a la intimidad, publicaron sus nombres y sus direcciones.
«Como si nada»
Este martes, decenas de personas han acudido a la primera sesión de la declaración del principal acusado, Dominique Pelicot, quien drogó a su mujer durante 10 años para que él y decenas de esos tipos con los que este martes se topaban en el tribunal la violaran. “Es impactante ver cómo se pasean desafiantes y como si nada», añade Lola.
Ante esta inquietante normalidad, el papel de Gisèle está actuando como revulsivo durante este proceso ya histórico. “Ella ya es un símbolo y hará cambiar las cosas aquí en Francia”, apunta Axelle, vecina de Aviñón presente durante el juicio.
Mientras, ella entra y sale del tribunal con la cabeza alta y paso firme. Sabe que su testimonio puede sentar un precedente en el país. A medida que han pasado los días, se ha quitado las gafas de sol para mirar a la cara a sus violadores, a excepción de este martes, cuando su exmarido le ha pedido perdón mirándola a los ojos: “Lamento lo que he hecho aunque eso sea imperdonable”. Solo en ese momento, Gisèle ha vuelto a ponerse las gafas.
Antes y después
La denunciante es muy consciente del papel histórico de su caso. “Dedico la batalla a todas las personas, mujeres y hombres, que en el mundo son víctimas de violencia sexual. A todas ellas quiero decirles hoy: ‘Mirad a vuestro alrededor, no estáis solos”, dijo este lunes cuando salía del tribunal.
En efecto, pocas dudas quedan ya de que este juicio va más allá de poner sobre la mesa el debate del consentimiento y que puede marcar un antes y un después en Francia. La postura de Gisèle ya se ha tomado como un símbolo de resiliencia y de lucha contra la violencia sexual y la sumisión química. Aunque, este martes, viendo a sus violadores paseando, desafiantes, por el tribunal o escuchando a su ex marido declarar, está claro que aún queda mucho por hacer. “’Monsieur’ Pelicot, siento que responde a las preguntas sin crisparse y lo veo especialmente relajado”, ha señalado uno de los abogados durante la sesión.
Cambio de versión
De hecho, en un momento dado de la declaración, Pelicot incluso se ha permitido insinuar que “la esperanza es lo último que se pierde” sobre una eventual reconciliación con su exmujer. Lo que ha empezado con un perdón entre lágrimas ha dado paso a unas relajadas declaraciones sobre la barbarie que sufrió Gisèle durante 10 años.
Durante los últimos meses en los que ha permanecido detenido, Dominique ha corregido su discurso. En sus primeras declaraciones afirmó que “no se podía calificar de violación tener relaciones sexuales con tu mujer sin su consentimiento”. Hoy, sin embargo, ha admitido que, «sin consentimiento, se trata de una violación, ya sea tu mujer u otra persona”.
La estrategia de los acusados, sin embargo, se basa en que ellos no eran conscientes de que estuvieran cometiendo una agresión sexual, a pesar de que Gisèle se encontrara sedada: unos porque, dicen, seguían las instrucciones del marido y otros porque nunca recibieron una negativa de una mujer drogada. “Según los acusados, sin un ‘no’ expreso, la mujer necesariamente quiere tener relaciones sexuales. Esto es intolerable. Pero esto es lo que implica la ley francesa sobre violación en su estado actual [el agresor debe ser consciente de sus actos]. Por eso muchas asociaciones feministas estamos pidiendo su modificación”, afirma Marie, activista de #NousToutes.
Suscríbete para seguir leyendo