Podemos leer en la Prensa: “El Congreso aprueba la creación de Subcomisión para la lucha contra los discursos de odio, con el ‘no’ de Vox” ( Europa Press. 11-9-2024). ¿A quiénes podría afectar profesionalmente o en su conciencia? ¿ No sería a periodistas y escritores para emitir, sin riesgo, sus convicciones y opiniones si contradicen el discurso impuesto por las élites? ¿ Y no podría afectar, también, a la Iglesia Católica y a otras denominaciones religiosas que se atreven a enfrentar el discurso sociopolítico del momento?
¿Serían, ahora políticamente correctas unas palabras de Monseñor Livio Melina, fiel amigo del Papa Ratzinger, exprofesor del Instituto Juan Pablo II para el matrimonio y la familia? Comenta: “El Pontífice creía firmemente en la necesidad de que la Iglesia rechace con claridad el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque sin dejar de mostrar un amor maternal hacia las personas homosexuales… Benedicto XVI sugería «caminos de amistad moralmente legítimos» para superar la soledad y curar las heridas, pero siempre manteniendo una línea firme respecto a la enseñanza sobre la diferencia sexual y el matrimonio …”. (Infocatólica. 12-9-2023)
Estas palabras interesan a incontables católicos que confían en las enseñanzas de Benedicto XVI, con fama de sabio, de santo y en clara continuidad con la Tradición de la Iglesia. La Iglesia siempre ha mirado con comprensión una sana y santa relación entre personas del mismo sexo ( haberlas, haylas, y muchas, incluso asociadas a la organización Católica Courage).
Hoy, no son pocos los que, en un espíritu mundano, quieren romper con las enseñanzas y la tradición de la Iglesia bimilenaria; pero no es posible: nadie tiene poder para cambiar la doctrina de la Iglesia sobre fe y moral. Pienso que los católicos que deseamos ser coherentes, debemos orientar nuestra vida y consejos sin servilismos a corrientes de pensamiento variables en el correr de los siglos.