Lorenzo del Rey | COPE Albacete 

El lunes de resaca ferial traía como reclamos principales el anuncio de la corrida de Mayalde y la presencia de Molina en el cartel. Y la dupla funcionó. No fue la corrida más brava ni encastada, y el torero tampoco firmó sus actuaciones más rotundas en Albacete, pero sí rayaron ambos a buen nivel. 

El Conde de Mayalde lidió dos toros con opciones claras en la muleta y al menos dos más que también se prestaron. Como la presentación fue buena, la nota global es más que aprobado. Molina dejó dos faenas con mucha exposición sin dejarse nada dentro, cortando tres orejas. Ginés Marín salió a hombros con la fórmula una más una en un triunfo menos rotundo, mientras que El Fandi se fue de vacío en una tarde a la baja.

Porque la corrida de Mayalde fue variada, con picos de interés, aunque el fondo no fue bravo. Y es que estamos en ese momento donde una corrida con opciones en la muleta, aunque haya un fondo de mansedumbre, ya es válida y cantada con un optimismo exagerado. La mansedumbre empieza en varas y banderillas y al final se termina instalando también en la muleta.

Sobre Molina, las dos faenas fueron emocionantes. Con mucha disposición y entrega. Variado con el capote, tirándose muy de verdad con los aceros aunque no quedaron perfectos. Es verdad que hubo defectos como varios enganchones o alguna rectificación de planteamiento con la muleta, siendo lo mejor que la faena al sexto fue de menos a más. Si fuera esto matemática pura, quizás el premio hubiera sido de oreja y media. Pero claro, esa oreja de más o de menos sabe a poco si lo comparamos con la emoción del brindis a Juan y Jesús Martínez Moraga u ofrendar el triunfo a la estatua de Dámaso González. Los números son fríos mientras que el corazón de Molina es todo pasión. Y eso es lo único que realmente importa.

Porque la corrida de Mayalde fue variada, con picos de interés, aunque el fondo no fue bravo. Y es que estamos en ese momento donde una corrida con opciones en la muleta, aunque haya un fondo de mansedumbre, ya es válida y cantada con un optimismo exagerado. La mansedumbre empieza en varas y banderillas y al final se termina instalando también en la muleta.

Sobre Molina, las dos faenas fueron emocionantes. Con mucha disposición y entrega. Variado con el capote, tirándose muy de verdad con los aceros aunque no quedaron perfectos. Es verdad que hubo defectos como varios enganchones o alguna rectificación de planteamiento con la muleta, siendo lo mejor que la faena al sexto fue de menos a más. Si fuera esto matemática pura, quizás el premio hubiera sido de oreja y media. Pero claro, esa oreja de más o de menos sabe a poco si lo comparamos con la emoción del brindis a Juan y Jesús Martínez Moraga u ofrendar el triunfo a la estatua de Dámaso González. Los números son fríos mientras que el corazón de Molina es todo pasión. Y eso es lo único que realmente importa.

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