Casi al final de su viaje por Asia y Oceanía, y en puertas de iniciar otro por Bélgica y Luxemburgo, el Papa ha dicho que está pensando seriamente viajar a Canarias para estar cerca de los gobernantes y del pueblo de las islas.  

La preocupación por los migrantes lleva presente, de manera preferencial, en todo el pontificado de Francisco. Ya forman parte de la historia aquellas imágenes de Lampedusa, con el Papa celebrando en un altar con forma de barca, y con la denuncia, desde entonces constante, de que hemos convertido los mares y océanos en un cementerio.

Es obvio, como nos ha recordado en “La linterna de la Iglesia”, el obispo de Canarias, monseñor José Mazuelos, que no podemos mirar para otro lado, que hay que fomentar, sin duda, el desarrollo en los países de origen, denunciar la actividad inhumana de las mafias, y acoger, proteger, promover e integrar a los que llegan hasta nuestra tierra, en muchas ocasiones expulsados de sus países de origen, y buscando un futuro mejor para ellos y para sus familias.

Dios no solo camina con su pueblo, sino también en su pueblo. A nosotros nada de eso nos puede ser ajeno, porque cada encuentro con el que sufre es un encuentro con Cristo. Ojalá que ese anhelado viaje del Papa a Canarias se pueda concretar. En cualquier caso, las palabras del Papa Francisco, mostrando hasta qué punto tiene presente en su corazón a las islas suponen ya todo un hito, y un reconocimiento también a tantas personas de buena voluntad que, particularmente en la Iglesia en Canarias, caminan junto al hermano que llega necesitado hasta sus costas.

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