Lorenzo del Rey | COPE Albacete
Por segundo año consecutivo, un novillero con sabor y saber albacetense -por nacimiento o adopción taurina- se despedia de los utreros y firmaba su doctorado con el cuatreño, todo esto dentro de en un mismo abono. Estos dobletes sirvieron para procurar comenzar con buen pie en el nuevo escalafón. A Molina le sirvió porque ahí sigue en la pelea abriéndose paso y luchando tarde a tarde. Hoy, tras sus tres orejas cortadas el pasado 9 de septiembre, Samuel Navalón llegaba con las ilusiones al máximo y con unas expectativas inmejorables. Cartel de “no hay localidades para hoy”, trenzando el paseíllo junto a Manzanares y Roca Rey, y lidiando una novillada con opciones. ¿Qué más se podía pedir? Pues que Navalón saliese a por todas, cosa que hizo en sus dos toros. Cortó una en el primero, con polémica presidencial incluida, y arrancó otra en el sexto, lo que le sirvió para salir a hombros y decir que quiere ser alternativa a varios nombres actuales y que desea profundamente abrirse hueco. Por su parte, Manzanares tuvo una irregular tarde mientras que Roca sumó un festejo más, de poco relieve. La corrida de Jandilla fracasó por presentación y juego, donde solo el primero fue el menos malo de un encierro de suspenso.
Salió al ruedo el toro de la efeméride, de nombre “Zafía”, errado con el número 80, pesando 465 kilos y negro bragao en cuanto a su pelaje. A las 18:12 salió al albero y allí se encontró a un valeroso Navalón que lo esperó a portagayola y luego lo veroniqueó muy enfibrado para deleite del personal que ya se instaló en el run-rún expectante de que algo grande podía pasar. Chicuelinas al paso para ponerlo en suerte donde no se le dio ni para una prueba de glucosa. Tafalleras de frente por detrás en otro vistoso quite. Salió arreando, como se dice en el argot. Se dolió el toro en banderillas y pareció bajar un punto su movilidad. Tras la ceremonia, brindó a su madre, yéndose a los medios con pases cambiados con algún toque de telas y blandeos del toro. Serie a derechas con temple pero desde fuera, faltando ajuste. El diestro siguió proponiendo pero al toro le faltó continuidad y repetición por momentos. Lo mejor llegó en una serie al natural más reunida, corta pero intensa. Otra más no tan limpia pero con un final a derechas donde lo llevó largo y con mando, aunque blandeó de nuevo el toro. Molinetes y otra más circular aprovechando inercias. Sumó un par más ya a la baja de contenido pero no de compromiso del toricantano para terminar con unas bernadinas muy ajustadas previo a una estocada algo caída con desarmen y un golpe de puntilla. Un toro típico noblón, suavón, con cierta movilidad pero sin esa pujanza que tiene un toro bravo. La presidenta Genoveva Armero mostró un único pañuelo aunque el público pidió con fuerza el doble trofeo. Tras dos vueltas al ruedo tras pasear la oreja, la bronca se escuchó en Ayora.
En el sexto, “Sabroso” de nombre, Navalón se volvió a ir a portagayola. Tras el recibo, donde llegó a perder la montera, lo veroniqueó con mucho énfasis, algunas de buen trazo. En el peto estuvo a punto de derribar al picador, extremo que no logró. En el segundo intento, volvió a intentar derribar, buscando el pecho del caballo. Y siempre con la cara alta, con mal estilo. En los palos se movió pero sin poner facilidades. Samuel brindó a un público entregado y se puso a pies juntos en los medios, con estatuarios al principio y luego lo arrolló el toro y se temió la herida. Grogui por el golpe, Navalón volvió a la cara y con medios muletazos en la pala lo llevó con mando. Al natural tuvieron enganchones casi todos los pases en una primera serie aunque también firmeza del torero. Regresó a la diestra y siguió fajándose con él en las cercanías en una labor de arrojo que no pudo alcanzar grandes cotas porque el toro no sirvió: siempre con la cara alta y a menos. Mató de estocada baja y un descabello que fue celebrado con una alegría extraordinaria, como si volviese a abrir el alcalde Manuel Serrano la Puerta de Hierros de nuevo. La petición de oreja, y el trofeo ganado, le abrió la puerta grande.
Manzanares recibió a “Acaudalado” que lo fue de nombre pero no de tener una fortuna de casta y fortaleza. En varas, suspenso. Y el capote, ni verlo. Se movió con aire cansino por no decir mortecino en los palos donde se complicó algo el asunto, incluso con algún apuro en pasadas dejando las banderillas como las hacen: de una en una. Tras la pertinente devolución de trastos, el toro rompió el estaquillador en un derrote y, aunque cambió la muleta, el comportamiento fue el mismo: toro de mínimos. Y la faena, despegadísimo en un amontonamiento de pases sin forma ni fondo. Mal, sin paños calientes. Pinchazo y estocada casi entera atravesada. Y hasta lo levantó el puntillero..
Con “Ortega” que hizo cuarto, se escucharon tibias palmas en el saludo capotero. Empujó -es un decir- con un pitón y con la cara alta y luego salió sueltito. Desarmó a un peón antes de los rehiletes y luego no humilló ni por equivocación, moviéndose a ráfagas sin clase y con la cara alta, dando tarascadas finales. El alicantino no lo templó ya que era complicada misión, y los toques de telas se sucedieron. Una serie al natural fue más lúcida, al llevarlo con limpieza. Lo sujetó luego con la derecha para volver a la zurda, en una segunda actuación en general más comprometida. Correcta, ponderando defectos y virtudes. El manso terminó cantando la gallina y Manzanares se fue a por el acero, cobrando una estocada trasera y contraria.
Roca Rey se las vio con el tercero “Señorito” que tuvo poco ídem en dos varas, la primera con la cara por las nubes y golpeando, y la segunda como el que ficha el DARDE. Quite por chicuelinas algo aceleradas y una media que fue lo mejor. Las banderillas se pusieron de aquella manera, salvo el último par de “Viruta”, que fue eficaz. Brindó al público y le dio una primera serie mandona aunque con el compás abierto. Una más sin eco porque el toro se movía descompuesto y terminando el viaje por las alturas. Ayudados al natural iniciales para terminar sin la ayuda y llevándolo tapado hasta el final. Siguió la misma tónica ante un toro que se movía por fascículos, ya en cercanías en una labor de arrimón donde sumó pases y pases pero toreo, de ese con mayúsculas, nunca hubo. Ni el toro dejó que hubiese, añadimos. Se tiró a matar y dejó una estocada caída, además de cinco descabellos.
El quinto, “Simpatía”, siguió la senda en puya y banderillas de sus antecesores: muy lejos de cumplir en todo. Un quite bien planteado por Roca aunque sin llegar a terminar de conectar debido a la falta de poder del toro. El peruano se puso de rodillas al comenzar pero se jaleó más bien la actitud que lo visto. Ya en pie, el toro fue un conjunto vacío que solo tuvo fijeza y acudía al cite. Lo malo es que su descaste fue un calvario. Para el público y para el torero que nada pudo hacer..Y la faena fue como intentar ponerle puertas al campo. Pinchó sin soltar y después soltando, dejando una espada atravesada.