Cuando parecía que el empate era el resultado que volverían a ver los aficionados de Son Moix por tercera vez consecutiva en su estadio, dos errores bermellones de bulto hicieron perder un punto al equipo de Jagoba Arrasate. Era el minuto 70 de partido y el Mallorca parecía mejor situado en el campo tras el afortunado autogol de Albiol .
Un error impropio de Toni Lato dejaba a los mallorquines con uno menos cuando el marcador estaba 1-1. Yeremy Pino intentó llevarse el balón pero la pierna a la altura de la cabeza del defensa hizo que nada volviese a ser lo mismo. El lateral izquierdo propinaba una patada sin intención en el rostro del extremo de la selección española, que pudo seguir. De Burgos Bengoetxea, árbitro del partido, no se lo pensó y le mostró la tarjeta roja directa.
Fue un chasco justo cuando los baleares empezaban a mirar de verdad hacia adelante. El entrenador vasco recompuso el equipo y lo cierto es que le salió bien porque el Villarreal apenas creó peligro. En los minutos finales, Copete entraba al campo para amarrar el empate y ponerse en defensa de cinco, algo que recordaba a los sistemas de Javier Aguirre.
Fue en la prolongación, en la que se dieron seis minutos de alargue, cuando llegó el segundo error garrafal mallorquinista. Samú Costa, que no había estado acertado en el segundo tiempo, perdió el balón en una zona del campo demasiado peligrosa. Nadie se lo esperaba, y muchos menos sus compañeros, que se vieron sorprendidos por un fallo que desencadenó el fatal desenlace. El jugador más activo del partido, Álex Baena, fue el más listo. Cogió la pelota y demostró su condición de jugador diferencial para romper la línea defensiva del Mallorca con un pase filtrado a Yeremy Pino, que asistió a Ayoze para asestar el golpe definitivo. Todo fue tan rápido que los bermellones se miraban unos a otros. No sabían qué había pasado.
Arrasate, que había pedido calma, no pudo contener la desesperación tras el error del jugador luso. Mientras el banquillo del submarino amarillo celebró eufórico el tanto final, el de Berriatua, arrodillado, golpeó el suelo con dos manotazos frutos de la impotencia al ver que el error del portugués costó el punto que tanto se había trabajado.