Los alcaldes italianos empujan desde fuera y el Gobierno de Giorgia Meloni queda al descubierto. El Ejecutivo de la primera ministra no logra avanzar sin discusiones entre sus socios. Ejemplo ha sido el planteamiento veraniego de Forza Italia de dar la nacionalidad a niños extranjeros que hayan completado un ciclo de estudios en Italia. Un discurso que ha enfadado a la Liga de Matteo Salvini (el otro socio sénior), pero que esta semana ha servido para que la alcaldesa progresista de Florencia, Sara Funaro, propusiera conceder la ciudadanía honorífica a estos menores a falta de una ley nacional que permita otorgar este derecho.
La propuesta, que solo atañe a Florencia, es simbólica –no le dará los derechos que estos niños tendrían con una verdadera reforma de la legislación italiana en vigor– y aún debe ser aprobada por el Consejo municipal de la ciudad. Con todo, el plan ha puesto en relieve una brecha en el muro gubernamental. Tanto que la Liga lo rechazó inmediatamente y Hermanos de Italia, el partido de Meloni, ha guardado un sigiloso silencio sobre el asunto.
«Nuestro objetivo es el de dar una sacudida a la política nacional, que es algo que nosotros alcaldes podemos hacer, pero también enviar un mensaje a esos niños para que sepan que no los consideramos ciudadanos de serie B», según ha dicho Funaro, en declaraciones a EL PERIÓDICO. «En las últimas semanas hemos asistido a ciertas aperturas especialmente por parte de Forza Italia, y nosotros en Florencia, que en el pasado hemos llegado antes que otros a la aprobación de muchas medidas, como la legalización de las uniones de parejas del mismo sexo, lo hemos visto como una oportunidad», ha añadido.
Choque (también) interno
Con su propuesta, Funaro –elegida por el Partido Democrático en las elecciones municipales de junio, cuando la izquierda conquistó diversas ciudades administradas anteriormente por la derecha– ha querido así poner el dedo en la llaga en una de las batallas que más han dividido en las últimas décadas a los dos grandes conglomerados políticos del país. De hecho, con el paso de los años, el centroizquierda ha presentado varias propuestas para modificar los requisitos para obtener la nacionalidad, pero todos estos intentos fracasaron una y otra vez.
En efecto, la última vez que se abordó seriamente fue en 2017, durante el gobierno del progresista Paolo Gentiloni. En ese año, el Parlamento estudió durante semanas un proyecto de ley que había sido presentado, pero finalmente la propuesta quedó en papel mojado a causa de divisiones dentro de la propia coalición centroizquierda y por el férreo rechazo no sólo de la Liga, sino también de la propia Forza Italia.
Todo esto hasta ahora, después de que diversas victorias de atletas nacidos en Italia de padres migrantes en los Juegos Olímpicos de París coincidieron con la reapertura del debate y el cambio de opinión de Forza Italia. Partido cuyos directivos nacionales se ha mostrado a favor de una revisión de la actual ley de ciudadanía de 1992, que se basa en el concepto de ius sanguinis; eso es, que la nacionalidad se otorgue por consanguinidad o por tener al menos un progenitor (biológico o de adopción) italiano. La alternativa, propuesta desde hace tiempo por el centroizquierda, es que se introduzca el ius solis (derecho de suelo), o al menos el llamado ius scholae, destinado a menores de 12 años que estudian regularmente en Italia.
Casi un millón
La realidad es que, desde los primeros debates sobre el asunto hasta hoy, esta población ha crecido significativamente. En números: hoy solo el 15% de las escuelas italianas no tiene estudiantes de padres extranjeros y el número de alumnos en esta situación y sin nacionalidad suma ya 914.000, el 11% de esta población, según cifras del Ministerio de Educación transalpino.
Florencia es un ejemplo de ello. Su provincia es una de las que tienen el número más alto de estudiantes sin la nacionalidad, casi 10.000 de los cuales están en la propia Florencia, donde en más de una clase de cada 10 más del 30% son alumnos con esta situación. Se trata a menudo de menores que hablan perfectamente el idioma italiano, «niños que se sienten italianos pero que tienen problemas de identidad», como dice la alcaldesa Funaro. «Por eso ha llegado la hora de que también los alcaldes promuevan batallas justas y civilizadas». El tiempo dirá si de algo ha servido.