La industria aportó en Mieres en 2023 el 18,7% del empleo, una proporción superior a la observada en el resto de los principales concejos asturianos, mayor por ejemplo que la de Avilés (17%), territorio que conserva un acentuado ADN fabril, y que la de Langreo (12,7%), con el que los mierenses han compartido medio siglo de cierres y desmantelamientos mineros y siderúrgicos. Afirmar que Mieres tiene presente industrial –además de mucho pasado– e incluso que conserva un perfil secundario relevante en la composición de sus actividades productivas puede sonar inverosímil, conocidos los impactos de la cirugía reconversora en los negocios herederos de la primera Revolución Industrial. Pero la información estadística recopilada por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI, autora del recuento anual del empleo asturiano más minucioso de cuantas fuentes análogas pueden consultarse) deja ver que una de las peculiaridades de la economía local es también ahora el peso relativo de ese sector, significativamente más alto que el promedio regional (12,8%) y cercano, pongamos por caso, al que se registra en una comunidad como el País Vasco (20,1% de ocupados en la industria, según la media anual de la Encuesta de Población Activa).
¿Cómo es la industria mierense de este tiempo? Vaya por delante lo obvio: la dimensión fabril de Mieres, traducida a cifras absolutas (1.894 empleos en 2023), representa menos de una cuarta parte de todo el trabajo que el sector aportaba en 1990 (8.031), justo antes de los episodios centrales del proceso de liquidación gradual de la minería del carbón. En 33 años, el número de ocupaciones en el conjunto de los sectores se ha reducido el 40%, estabilizándose en torno a los 10.000 (10.147 en 2023, según SADEI) desde 2014. Por tanto, las actividades antiguas que se conservan y las nuevas que emergieron en las últimas tres décadas han amortiguado sólo mínimamente el golpe que supuso la cadena de cierres de pozos mineros, instalaciones por otra parte con una intensidad de mano de obra inalcanzable por otras ramas industriales. Baste decir que Nicolasa, única explotación carbonera que permanece abierta, llegó a tener 1.500 trabajadores en plantilla. Hoy tiene menos de 300.
Un primer apunte geográfico sobre la industria de ahora: está altamente concentrada en la zona norte de Mieres. El desarrollo del polígono de Baíña y de su apéndice de La Pereda desde principios de los 90, gracias en gran medida a la cadena de inversiones del conglomerado alemán Thyssenkrupp –junto a Du Pont el principal caso de éxito de los intentos contemporáneos de reindustrialización de Asturias– explica tal concentración, reforzada por la enjundia de alguno de los establecimientos del también septentrional polígono de Fábrica (las naves de Mieres Raíl, antigua Metalsa).
Tres de las fábricas que se conservan del despliegue de Thyssen (las cadenas de montaje de escaleras mecánicas y de pasarelas de aeropuertos, ambas propiedad hoy de TK Elevator, y la planta de componentes de automóvil de PMG, antes de Sinterstahl, sociedad esta última germano-austriaca en su día coparticipada por Thyssen), así como el citado complejo de Mieres Raíl (fabricante de equipamientos de vía para el AVE, en poder desde 2018 del conglomerado asturiano Talleres Alegría), conforman el núcleo de lo que, como sugieren las series estadísticas de SADEI, se ha convertido en una nueva especialización del municipio: la industria transformadora de los metales. Este epígrafe comprende, entre otras, las ramas de fabricación de maquinaria y equipo y la de fabricación de material de transporte, en las que se encuadran las plantas mierenses mencionadas.
La hipótesis de la nueva especialización fabril gana consistencia con este otro resultado: el 52% del empleo industrial de Mieres (986 de 1.894 puestos en 2023) está dedicado a la transformación de metales. En esa cuenta no están incluidos unos 130 trabajadores pertenecientes a pymes de productos metálicos con otras clasificaciones, metalúrgicas (la plantilla de la fundición de aluminio de Cortizo en Baíña, antes Thyssen Guss y luego Kerkus Metal) y algún taller histórico que, como el fundado en La Peña por Carlos del Valle en los años 50 del pasado siglo, sobrevivió al derrumbe generalizado de muchos negocios altamente dependientes de la antigua siderurgia local o de los suministros y servicios a la minería.
La relevancia de Mieres en las referidas actividades queda retratada también por el hecho de que el concejo, con apenas el 3% del empleo fabril asturiano, reúne casi el 11% de los puestos de trabajo de las industrias de la región dedicadas de manera específica a la transformación de metales (10.147 de media en 2023), manufacturas de valor añadido medio-alto, caracterizadas a menudo también por una dosis notable de innovación continua en sus procesos y productos, y que, de manera agregada, han incrementado su personal el 8% en el último lustro en Asturias.
El norte industrial de Mieres es ahora metálico, rentable, tiene una alta exposición global y maneja planes de expansión. Este verano, la multinacional PMG, con unos 200 trabajadores en el municipio, ha anunciado el traslado desde Alemania a Baíña de una línea de producción de componentes de cajas de cambio para automóviles. La fábrica asturiana abastecerá de «bandas de fricción» a otras del grupo. La decisión avala la competitividad de la instalación mierense, altamente automatizada, en un momento crucial para el sector de la automoción por las expectativas e incertidumbres acerca del desarrollo del coche eléctrico.
El grupo TK Elevator se aproxima a posibles cambios en la propiedad a medio plazo. El conjunto del negocio de elevación de Thyssenkrupp, del que formaban parte las dos fábricas de Mieres (la de escaleras mecánicas y la de «fingers» de aeropuerto), fue vendido en 2020 a un consorcio de fondos anglosajones de capital riesgo. La forma de conducirse de este tipo de inversores consiste en permanecer en el accionariado durante un tiempo límite (a menudo entre cinco y siete años) y revender con plusvalías. Las factorías asturianas de TK, reforzadas por el centro internacional de innovación que Thyssen creó en Gijón, pasaron sin estrés la prueba de ese primer cambio de dueño. Las últimas informaciones conocidas invitan al optimismo: la fábrica de La Pereda se hizo este julio con un contrato de 7 millones de euros para montar 22 escaleras mecánicas que reemplazarán a las de Montjuic de la Olimpiada de Barcelona (1992); y la fábrica de Baíña ha ampliado desde 2023 su catálogo con un modelo de pasarela de aeropuerto diseñada en Gijón que se acopla sola a los aviones.
El pasado agosto se supo que Talleres Alegría, empresa asturiana de propiedad familiar dedicada a la fabricación, reparación y mantenimiento de material ferroviario, ha adquirido las naves de la extinta Mieres Tubos para convertirlas en la octava factoría del grupo, que redobla la apuesta por el concejo tras su desembarco en 2018 con la compra de Mieres Raíl a Duro Felguera. La inversión y los plazos están por definir, pero la ejecutoria de Talleres Alegría y el encaje con sus actuales instalaciones (las plantas de la vieja Perfrisa y las de Mieres Raíl están muy próximas y conectadas por vías férreas) permiten atisbar un polo fabril de alcance con el aprovechamiento de un complejo de considerable magnitud (30.000 metros cuadrados de superficie), inactivo desde 2014 y que, desde su creación por Fábrica de Mieres como taller de calderería pesada, ha pasado por muchas manos y visicitudes. El impulso global del ferrocarril, estimulado por el proceso de descarbonización del transporte, alienta esa nueva oportunidad de ensanchar el norte industrial de Mieres.
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