Los Palmerales (3.600 vecinos según el censo de 2022) ha sido y sigue siendo un barrio tabú en Elche. Esta misma semana, el equipo de gobierno ha dado cuenta de una actuación de limpieza que ha supuesto la retirada de 3,5 toneladas de todo tipo de basuras y escombros que no estaba ni mucho menos escondida. Estaba a la vista de todos y todos convivían con ella. El jueves, el edil José Claudio Guilabert se preguntaba por qué en este barrio no hay papeleras sin encontrar respuesta. Ni hay quejas vecinales, ni nadie protesta en este, el barrio de las ventanas rotas. El viernes este diario constató con fotografías que la basura había vuelto a cubrir calles y solares un día después del balance de la actuación municipal de limpieza. «Está todo peor», dijo con tristeza un portavoz municipal.
Los bloques parecen agotados, que suden escombros, basuras y orines. Que manzanas enteras carezcan de árboles y de mobiliario urbano en condiciones. Que los jardines parezcan más selvas de plantas donde culebras y ratas campen a sus anchas en vez de niños alegres.
Nadie o casi nadie quiere hablar de lo que pasa. Algunos trabajadores de la limpieza o de jardines no quieren ir a trabajar porque ir allí, dicen, es casi ejercicio de supervivencia. Explican que han sido recibidos a pedradas y la basura vuelve a estar escampada al día siguiente. No hay plan de reinserción social o llámenle como quieran, puesto en marcha en la Comunidad las cuatro últimas décadas que no haya previsto fondos para actuar en él. Dinero para obras pero también para familias. Todos los proyectos públicos, tanto si se miran de cerca como de lejos, con perspectiva de ver para qué han servido y qué resultados han dado, parece que hayan fracasado. Y eso en un barrio donde una minoría parece que se imponga a una mayoría.
Los efectos del plan de choque de limpieza con 20 operarios han durado un solo día
3,5 toneladas de desechos
Los bloques parecen agotados, que suden escombros, basuras y orines. Que manzanas enteras carezcan de árboles y de mobiliario urbano en condiciones. Que los jardines parezcan más selvas de plantas donde culebras y ratas campen a sus anchas en vez de niños alegres.
Lo que nadie explica es por qué buena parte de esas 3,5 toneladas de deshechos retirados eran viejos. Basura que había envejecido allí durante semanas o meses, soportando las inclemencias del tiempo, como si formara ya parte de un vertedero o de un estercolero urbano. Eso pasa en el único barrio de Elche que cada día, a primera hora de la mañana, brilla. Hay tantos cristales esparcidos por aceras, calles y solares que parece que tintineen mientras se despereza el sol. Una imagen a la que se ha acostumbrado una mayoría social vencida por una minoría antisocial. Un barrio en el que la desesperanza deja paso al olvido.
Nadie o casi nadie quiere hablar de lo que pasa. Trabajadores de la limpieza o de jardines no quieren ir a trabajar porque ir allí, dicen, es casi ejercicio de supervivencia. Algunos han sido recibidos a pedradas y la basura vuelve a estar escampada al día siguiente.
Sin papeleras
La empresa de limpiezas declinó una primera invitación de este diario para explicar la tarea que desempeña en su día a día, aunque su labor la defiende con vehemencia un equipo de gobierno que admite, sin nombres, que están agotando las ideas para encontrar una solución. «Nos van a quitar las papeleras, lo sabemos, pero las vamos a reponer», asegura el concejal Guilabert, empeñado en incluir a Los Palmerales en el ambicioso plan de modernización de los barrios. Responsables municipales, en privado, recuerdan que a comienzos del actual mandato también se realizó una limpieza a fondo que ni duró 24 horas y ahora han vuelto a darle una oportunidad que tampoco ha dado sus frutos. «Parece que ahora hay más», aseguró un portavoz municipal sorprendido al pasar por allí.
Noches con contenedores vacíos
Todas las noches, cuando el camión de la basura recorre las calles se encuentra los contenedores prácticamente vacíos y los alrededores cubiertos con restos procedentes de bolsas rotas o abiertas. Los empleados de la limpieza se tienen que encargar de ello, enguantados, cogiendo como pueden los restos de los demás un día sí y otro también. No es una gamberrada aislada, es el día a día.
Algunas fuentes municipales explican que el que no se hayan colocado nuevos contenedores, retirando los antiguos de aluminio, a los que no les queda ya ni compuertas, se debe al temor a que, al ser de plástico, los terminen quemando. No existía limpieza de jardinería porque no se incluía el servicio en alguna contrata, como tampoco el saneamiento de las manzanas yermas donde crecen arbustos y matojos.
Todas las noche, cuando el camión de la basura recorre las calles se encuentra los contenedores prácticamente vacíos y los alrededores cubiertos con restos procedentes de bolsas rotas o abiertas. Los empleados de la limpieza se tienen que encargar de ellos, enguantados, cogiendo como pueden los restos de los demás un día sí y otro también.
Instalaciones
María es una pedigüeña portuguesa que desde hace meses ha puesto «su negocio», un día sí y dos no, a las puertas de la espléndida Ciudad de la Justicia, un edificio tan enorme como estrecha es la cancela de hierro por la que se obliga a profesionales y ciudadanos a acceder a las instalaciones. Lleva, dice, dos años en el barrio y si se le pregunta por la suciedad contesta, «¿qué suciedad?». Pide limosna, una palabra que suena raro en una sociedad cargada de ayudas sociales. Como ella, muchos otros en otros puntos de Elche, pero especialmente en la zona centro donde se dedican a mendigar monedas. Un ejército de «zombis» que duerme en cualquiera de las casas abandonadas y hechas añicos de Los Palmerales. Ese de las ventanas rotas.
Iluminación, aceras, autobús o guardería son proyectos en marcha, pero no se sabe cómo resolver la suciedad
El equipo de gobierno no tiene plan ni proyecto definido para mejorar la imagen de limpieza de Los Palmerales. Al menos salvar la forma porque llegar al fondo es muy complejo. Pero se anuncian otras actuaciones que, confían, serán más duraderas, como el cambio de luminarias o la reparación de aceras, así como mejoras de algunos jardines, la remodelación de la parada del autobús o la ampliación de la guardería.
Narcopisos
Nadie sabe en qué punto está el anuncio del derribo de nuevos bloques, hecho por el anterior equipo de gobierno en 2023 y la Generalitat y que se hizo en una visita allí mismo, muy cerca de lo que entonces eran un ejemplo vivo de narcopisos. Mientras, el perfil de los vecinos sigue cambiando. Mari Carmen Martínez Romero, trabajadora social jubilada y vecina del barrio, resta importancia a algunos problemas como el de la droga, asegurando que ese no es el problema del barrio. Ahora, decía, la población se ha diversificado. Cada vez hay más inmigrantes y la convivencia, para algunas cuestiones, se ha hecho más difícil. Valoraba la normalidad en muchas calles frente a otras donde existen bloques en los que nadie se atrevería a entrar ni podría hacerlo, si alguien no da autorización, «da el agua», y no será precisamente un policía.
Camiones encima de las aceras
A pesar de ello, de todas las cosas malas, durante los últimos años han aparecido algunos nuevos negocios, principalmente bares y cafeterías. También algunas tiendas. Todos ellos modestos comercios en un barrio sin problemas para aparcar, donde muchos estacionan sus camiones encima de las aceras o en los soportales de comunidades propiedad de la Generalitat, lo que hace que, por ahora, la mano del Ayuntamiento de Elche no llegue.
Hace meses, el 9 de mayo, el equipo de gobierno aseguró que el centro social del barrio pasaría a denominarse Mari Carmen Martínez por esta luchadora incansable por sus vecinos, acto que aún no tiene fecha. Mientras que llega, Los Palmerales apurará los cristales que le quedan por romper, si alguno aún queda sano.