Un estudio ha dado otro golpe a la idea de que el hidrógenonos va a sacar milagrosamente de la crisis climática. El trabajo argumenta que este gas, usado para transportar energía limpia, no se podría distribuir aprovechando las tuberías de gas natural. Habría que eliminar por completo la actual infraestructura gasística, que se construyó a lo largo de décadas, y reemplazarla con otra distinta.
La industria gasista promete en vano que puede adaptar sus tuberías al hidrógeno, según los autores del trabajo. En realidad, lo que pretende es aplazar acciones que la perjudicarían, como el despliegue de la electricidad en lugar del gas. Sería una forma de lo que se conoce como “retardismo climático”.
Según estos expertos, el hidrógeno verde que consiga producir se debería guardar para aplicaciones industriales locales. Llevarlo por tuberías para alimentar calefacciones y coches es una quimera, en su opinión.
La esperanza del hidrógeno
El hidrógeno, como la electricidad, sirve para transportar energía producida por otras fuentes. Actualmente, se produce casi todo a partir del gas natural, un combustible fósil que contribuye al calentamiento global. Solo una pequeña parte del que circula es “hidrógeno verde”, o sea almacena energía producida con molinos de viento o placas solares.
En un futuro, se podría producir hidrógeno verde donde abundan las energías renovables (como en España) y transportarlo donde escasean (como el norte de Europa). ¿Cómo? Aprovechando la infraestructura actualmente empleada para transportar el gas natural. Así lo promete la industria gasista, que gasta 58,6 millones de euros anuales en hacer lobi en la Unión Europea a favor del hidrógeno, según un informe del Corporate Europe Observatory. En teoría, incluso se podría distribuir capilarmente, para quemarlo en calderas o verterlo en coches.
“El hidrógeno puro se transporta habitualmente en tuberías en espacio cerrados, como la refinería de Tarragona, en la cual se utilizan 10 toneladas cada hora”, afirma Jordi Cartanyà, coordinador de hidrógeno y descarbonización de la Universitat Rovira i Virgili. “La cuestión es si es posible transportarlo de manera sostenible cuando los puntos de producción y de consumo son distantes”, explica.
«Agrietamiento por fatiga»
Los autores del reciente estudio, publicado en la revista ‘Energy Science and Engineering’, han analizado las propiedades físicas del hidrógeno y de las tuberías de gas.
La energía contenida en un metro cúbico de hidrógeno es un tercio de la que transporta el mismo volumen de gas. Además, el hidrógeno causa en las paredes de metal de las tuberías el “agrietamiento acelerado por fatiga”. Sus moléculas, mucho más pequeñas que las del gas natural, penetran en las imperfecciones del metal y las convierten en grietas, hasta romperlo. Eso resultaría en explosiones, porque el hidrógeno es altamente inflamable, y en un daño para el clima, porque tiene un alto potencial de calentamiento.
Para evitarlo, hay que reducir la presión del gas, rebajando aún más la energía que se podría extraer del tubo: se sacaría una novena parte de la que se obtendría con un flujo de gas natural.
“Para conseguir la misma energía sin agrietamiento, no queda que reemplazar las tuberías con unas que tengan un diámetro tres veces mayor”, afirma el autor principal del trabajo, David Cebon, catedrático de Ingeniería de la Universidad de Cambridge. Ese remplazo sería extremadamente caro. “Cualquier política que se base en aprovechar la infraestructura existente no va a funcionar”, añade.
“Nadie tiene la certeza de si las tuberías podrían aguantar. Quizás los daños llegarían solo a final de la vida útil. Si se tuviera que rehacer todas las tuberías, sería como volver a desplegar el gas en Europa [desde cero]”, reconoce Isaac Justicia Anto, director de la oficina técnica del proyecto Vall de l’Hidrògen de Catalunya. Sin embargo, Justicia subraya que la industria está investigando el asunto y explorando materiales más resistentes.
¿Cóctel de hidrógeno y gas?
En concreto, la industria está ensayando mezclar pequeños porcentajes de hidrógeno con el gas natural y estudiando su impacto en los tubos. A mayor porcentaje de hidrógeno, menores emisiones cuando se quema la mezcla.
Los autores del reciente estudio minimizan las ventajas. “Si se mezcla un 20% de hidrógeno en el gas natural, la reducción de emisiones sería cómo mucho un 7%”, estima Cebon.
La idea tampoco cuadra desde un punto de vista económico. “Es cómo mezclar whisky con gasolina. Ambos queman, pero el whisky cuesta mucho más que la gasolina. El hidrógeno es muy caro y se debería reservar para usos mejores”, argumenta.
Uso industrial
Según este investigador, habría que abandonar la idea de llevar el hidrógeno a las casas y a los coches. Las bombas de calor y los coches eléctricos son mucho más eficientes. Al contrario, tienen mucho más sentido sus usos industriales, donde no hay alternativas igual de limpias: fábricas de fertilizantes, petroquímicas, fábricas de vidrio, de acero, etcétera. “En los usos industriales, el hidrógeno se fabrica en el mismo sitio en el cual se emplea”, afirma Cebon.
Entonces, ¿por qué las gasistas insisten en prometer que se podrá reciclar su infraestructura? “Porque ven que el negocio se les va”, afirma Cartanyà. “Es retardismo”, sentencia Cebon. “Ese discurso les permite aplazar las soluciones y vender su combustible fósil durante más tiempo. Además, si el hidrógeno triunfara, también sería una oportunidad de negocio, ya que la mayoría se produciría a partir de gas”, concluye el científico.
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