Cuando la policía preguntó a Gisèle Pelicot por su marido, Dominique, ella respondió: «Es un hombre genial y un padre presente», pero también añadió que jamás habría imaginado que esa persona afable fuera el mismo hombre que la drogaba desde hacía 10 años para que otros desconocidos la violasen.
La historia se repite con la mujer de Jean-Pierre Marechal, apodado Rasmus, otro de los acusados en el caso Mazan. Rasmus, alumno aventajado, siguió el ejemplo de Pelicot, y drogó y violó a su mujer en repetidas ocasiones, algunas de ellas con Dominique. A medida que avanzan los días se van conociendo nuevos detalles escabrosos. Otro de los acusados, Marc, también recibió droga e instrucciones de Dominique para abusar de su compañera, tras haberlo hecho con la mujer de Pelicot.
Los 51 hombres que se sientan en el banquillo, de entre 26 y 74 años, son personas normales sin patologías, según los expertos
Al igual que Gisèle, la mujer de Rasmus ha asegurado durante el juicio que su matrimonio “era formidable». «Él era maravilloso y protector, cuando lo conocí me convertí en una mujer muy feliz”. De hecho, hay un rasgo común en los 51 hombres que se sientan en el banquillo de los acusados. Todos ellos, de entre 26 y 74 años, son personas normales sin patologías, según los expertos. Un bombero, un periodista, un consejero municipal, un policía de prisiones, un médico… Un padre, un hermano, un abuelo.
Hombres corrientes
“Los violadores son tipos corrientes, las mujeres corren peligro principalmente en casa, con su pareja. Nadie denunció las acciones del señor Pelicot, a pesar del rechazo de algunos hombres a su oferta”, explica a este diario Marie, militante del colectivo feminista #NousToutes. «Ya es hora de que la sociedad haga un balance del alcance de la violencia sexual y patriarcal en Francia, ya es hora de que los hombres asuman su responsabilidad y también condenen las acciones de sus pares”.
«Ya es hora de que hagamos un balance del alcance de la violencia sexual y patriarcal en Francia, de que los hombres asuman su responsabilidad y condenen las acciones de sus pares”.
Hay una larga lista de hombres que acudieron a la llamada de un tipo que ofrecía a su esposa en internet para que otros desconocidos la violasen bajo instrucciones muy precisas para no despertarla. Un síntoma, denuncian las activistas feministas, de cómo está de instalada la cultura de la violación en Francia: de cada 10 proposiciones que hizo Dominique en el foro, solo tres fueron rechazadas. Nadie denunció. «Esos hombres me mancillaron, se aprovecharon de mí y ni uno se preguntó si había algo raro», ha declarado Gisèle durante el macrojuicio que está teniendo lugar en Aviñón.
Este macabro caso ha detonado en Francia el debate sobre el consentimiento en Francia, especialmente tras las últimas declaraciones de uno de los abogados de la defensa: “Hay violaciones y violaciones y, sin intención de cometerla, no es violación”. Más tarde el letrado matizó sus palabras, indignando, aún más, a los presentes en la sala A del Tribunal de Aviñón: “Desde el momento en que, de hecho, hay intención culposa, desde el momento en que podemos acreditar que la persona que cometió los hechos tenía conocimiento de haber cometido actos de violación, hay violación. De lo contrario, no hay violación”.
A estas declaraciones se suman las de otro acusado, quien afirmó a los investigadores que no sentía haber violado a nadie puesto que seguía las instrucciones de un marido. También Jean-Pierre Marechal, el ‘alumno’, intentó evadir su responsabilidad aludiendo a que, el hecho de que sea su propia esposa la agredida, le exime de que los abusos se consideren violación, como si la sexualidad de una mujer perteneciera al cónyuge.
«Si no se puede acreditar que la persona tenía intención de violar, no hay violación», ha mantenido el abogado de un acusado
“Cuando tenemos un presidente de la República que declara que Gérard Depardieu enorgullece a Francia, despreciando así la denuncia presentada por la valiente Charlotte Arnould, no hay duda de que la cultura de la violación impregna la sociedad francesa hasta lo más alto del Estado. Y el sistema judicial es solo un reflejo de la sociedad francesa”, critica Marie.
Consentimiento y protección
En el derecho francés, para que se cometa el delito de violación debe existir realmente la intención de cometerlo. De ahí que muchos de los acusados aleguen que creían que cumplían con las fantasías sexuales de una pareja libertina, puesto que el artículo 121-3 del Código Penal francés sentencia que, “no hay delito ni falta, sin intención de cometerlo”.
«Poner en cuestión la intencionalidad del agresor cuando la víctima no está consciente es completamente cultura de la violación», afirman desde el colectivo ‘#NousToutes
Según las activistas feministas de #NousToutes, “el hecho de cuestionar la intencionalidad cuando la víctima no está consciente es completamente cultura de la violación”. El caso Pelicot no solo es histórico por su magnitud, sino también por demostrar los límites de la definición de violación, y la necesidad de modificar la ley para precisar de manera explícita el consentimiento, en el que se incluya también la sumisión química. “Durante años, nos han dicho que integrar el consentimiento en la ley conducirá a que las personas firmen contratos para tener relaciones sexuales, y otras tonterías similares. Este caso demuestra que la inclusión del consentimiento permitirá una protección más amplia de las víctimas”, explica Marie.
Como en España, Francia ha mantenido en los últimos años un profundo debate en torno al consentimiento, pero para la portavoz del Colectivo Nacional por los Derechos de las Mujeres, Suzy Rojtman, la defensa de los acusados que se está llevando a cabo en el juicio de Pelicot, en plena era #MeToo, es “inimaginable”.
La vergüenza cambia de bando
El papel de Gisèle ha sorprendido a toda Francia. Su manera de hacer justicia se basa en crear un precedente y cambiar la vergüenza de bando. Ella no se cubre la cara. Hasta el miércoles, solo llevaba unas gafas de sol que, finalmente, se quitó para mirar a la cara durante el juicio a uno de sus violadores, sentado en la celda de cristal habilitada en el Tribunal de Aviñón.
No hay una sola manera de sobrevivir a la violencia sexual: algunas víctimas prefieren permanecer en el anonimato, otras dar la cara
Gisèle quiere que el juicio se realice a puerta abierta, sin censurar ningún vídeo ni ninguna imagen. Para ella, el dolor ya está hecho, pero quiere que todo el mundo vea la cara de sus violadores y que su caso cree un precedente para todas las víctimas de la sumisión química.
El caso de Mazan está plagado de testimonios de abusos sexuales, y demuestra que no hay una sola manera de sobrevivir a la violencia sexual. Algunas víctimas prefieren permanecer en el anonimato, otras dar la cara: son ellas quienes deciden cómo y cuándo denunciar, y sobre todo, cómo sanar.
Según la última encuesta de Ipsos realizada para la asociación Face à l’inceste en noviembre de 2020, uno de cada diez franceses dice haber sido víctima de abusos familiares. Es decir, alrededor de 6,7 millones de personas. Tres alumnos en cada aula de 30. Una violencia sexual silenciosa, según los expertos, que suele producirse en los círculos más íntimos, como en el caso Pelicot.
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