Con la vuelta al cole llegan también las actividades extraescolares, desde inglés hasta esgrima. La oferta es cada vez mayor, al igual que cada vez hay más niños que acuden a una –o más– actividades extracurriculares por razones varias, desde el anhelo de sus padres de que desarrollen habilidades que no se trabajan en el aula hasta ocupar el tiempo del pequeño –y ésta es la más habitual– mientras ellos trabajan.
Pero, ¿cuántas son adecuadas?, ¿cuáles y cómo elegirlas?, ¿cómo organizarlas? Los especialistas en educación sostienen que las extraescolares son no sólo convenientes, sino necesarias, pero también alertan del riesgo de sobrecargar a los pequeños con actividades después del colegio y recuerdan que los niños también necesitan tiempo para jugar, relacionarse con sus amigos y aburrirse.
José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos y Psicopedagogos de Galicia (APEGA), sostiene que las extraescolares son una herramienta valiosa para reforzar el desarrollo del niño, pero no deben ser una compensación para los padres. “Las extraescolares, ya sean actividades físicas o de otro tipo, son un apoyo para que el niño desarrolle otras habilidades que el colegio no promueve y ayudarlos a madurar. Es más, la escuela debería programar más este tipo de actividades para que los niños puedan pasar más tiempo en el colegio haciendo actividades fuera del currículo escolar”, argumenta este pedagogo.
Para Alba Alonso Feijoo, profesora y fundadora de Realkiddys, proyecto que promueve la igualdad de género desde la infancia, estas actividades son una fuente de nuevos aprendizajes distintos a aquellos que se adquieren en el colegio. Esto depende, matiza, del tipo de actividad y de las circunstancias de la misma: desplazamientos, horario, etcétera. “Una extraescolar que se disfrute puede ser gratamente positiva para el desarrollo del menor”, añade.
Según Manel Rives, profesor de Primaria, estas actividades son positivas para el niño porque “favorecen la interacción con otros niños de diferentes lugares y tipologías pero con un fin común”, ya que en general son elegidas. “Personalmente y debido a la falta absoluta de apoyo a la actividad física, creo que las actividades deportivas extraescolares, sobre todo en equipo, son muy buenas”, opina.
También aquellas que desarrollan el autocontrol, la perseverancia, la autoestima, la empatía y la creatividad, como las actividades artísticas, desde la plástica a la música. “La música, además, tiene una gran conexión con el pensamiento lógico-matemático, la concentración y la conexión colaborativa con otras personas”, añade este docente.
Aunque no hay un número óptimo de actividades extraescolares, ya que esto dependerá de lo cómodo que se sienta el niño con las que tiene, los especialistas reconocen que a veces se les sobrecarga con este tipo de actividades, que se eligen como una medida de conciliación. “Esto es un grave error. Para poder evitarlo deberíamos proporcionar a las familias otro tipo de apoyos en su vida laboral para que no tengan que recurrir a las extraescolares por obligación”, comenta.
En idénticos términos se expresa el presidente de los pedagogos. “Las extraescolares –sostiene– nunca deberían ser una compensación para los padres porque trabajan y no tienen quién se ocupe de los niños”.
“El exceso, como en todo, es negativo”, asevera Rives, que desaconseja también las extraescolares que generan presión sobre el niño y cuyo objetivo es ganar, aprobar o pasar de nivel. “Con eso ya tienen que lidiar en el centro educativo, no es algo que necesiten el resto del día. Tampoco tener muchas. Correr de un lado a otro lo convierte en una carrera para cumplir todos los objetivos y eso crea una ansiedad innecesaria”, expone.
A la hora de elegir las actividades, es importante tener en cuenta las preferencias y la personalidad del niño. “Intentar imponer una actividad que no conecta con el niño puede tener un efecto rebote”, advierte Rives.
Respecto a esto, Suárez aboga por actividades conforme a la perspectiva del niño y que le permita relacionarse con otros niños con los que tenga sintonía. “Si son afines a su personalidad va a desarrollar más sus habilidades naturales”, explica.
Pero tan importante o más que elegir el número y el tipo de extraescolares es que éstas dejen tiempo libre al niño. “El niño tiene que tener tiempo también para que pueda jugar y relacionarse con sus amigos. El juego es una actividad imprescindible en el desarrollo de las personas”, recuerda Suárez. En su opinión, tener al menos un día a la semana sin extraescolares es una buena opción.
Para Rives, el problema es la falta de tiempo para que los niños jueguen. “Si tenemos demasiadas actividades, si sienten que no tienen tiempo, creamos un problema –advierte Rives–. Lo que nos hace falta es tiempo para que los niños jueguen de forma libre y no sólo en deportes y actividades regladas. Y para que se aburran también. Los niños tienen que tener tiempo para aburrirse. Aburrirse un poco es saludable. Es la única forma en que nuestra creatividad puede explorar”, dice.
La clave está en encontrar el equilibrio, algo que depende de cada familia y de cada niño. “Los niños pueden aprender un idioma jugando en vez de haciendo fichas, tocar diferentes instrumentos puede ser muy lúdico y hacer deporte a ciertas edades es un juego. Si los sobrecargamos con actividades muy académicas les estaremos robando tiempo de su infancia”, alerta Alonso.