La captura de krill por parte de pesqueros en el océano Antártico podría poner en peligro la recuperación de especies de ballenas que estuvieron a punto de desaparecer a causa de la caza industrial en el siglo XX, según un estudio publicado en Nature Communications.
Los diminutos crustáceos parecidos a las gambas y conocidos como krill son la fuente esencial de alimento para las ballenas azules y las jorobadas. Para alimentarse, estos mamíferos marinos ingieren grandes cantidades de agua oceánica, filtrando el krill a través de sus estructuras bucales.
Sin embargo, el auge de la demanda de krill diversos usos industriales podría dejar a las ballenas sin suficientes provisiones para mantener sus ya menguadas poblaciones.
En la actualidad, la pesca de krill está a punto de entrar en fase de expansión. En la península Antártica, la industria pesquera ha propuesto cuadriplicar el límite actual de captura, pasando de 155.000 toneladas a 668.101 toneladas anuales.
Usado para los peces de acuicultura
Casi la totalidad de esta captura se utiliza para elaborar dos productos: harina de pescado para acuicultura y suplementos dietéticos de omega 3. La mayor parte de la harina de pescado se utiliza para alimentar al salmón de piscifactoría, que adquiere su característico color rosado al consumir el alimento.
«Nuestros cálculos demuestran la alarmante posibilidad de que capturemos krill hasta causar un daño real a las poblaciones de ballenas en recuperación», afirma el autor principal del estudio, Matthew Savoca, investigador científico del laboratorio de Jeremy Goldbogen, profesor de la Escuela Doerr de Sostenibilidad de Stanford (EEUU).
Los resultados de la investigación subrayan la necesidad de que los científicos, los políticos y la industria evalúen correctamente el impacto de los actuales niveles de captura de krill en el océano Antártico antes de ampliar las cuotas. «Con este estudio queremos llamar la atención sobre el hecho de que probablemente no hay suficiente krill para mantener poblaciones de ballenas en proceso de recuperación, pero ahora, además, seguimos capturando krill y planeamos capturar todavía más en un futuro próximo», afirma Goldbogen, autor principal del estudio.
Las ballenas necesitan más krill del que se creía
La actual investigación surgió a partir de un estudio anterior de Stanford que documentaba cómo las ballenas barbadas engullen una cantidad de krill significativamente mayor de lo que los científicos habían calculado anteriormente. Un hallazgo paradójico de ese estudio fue que, a medida que las poblaciones de ballenas se desplomaban en aproximadamente un 90% en el océano Antártico durante el fatídico apogeo de la caza de ballenas, también lo hicieron las poblaciones de krill.
Los investigadores descubrieron que las ballenas barbadas fertilizan eficazmente el océano mediante las grandes cantidades de excrementos que generan, proporcionando así nutrientes al fitoplancton que come el krill. La conclusión es que la población de krill debió ser mucho mayor, quizá cinco veces más, de lo que es actualmente para ser capaz de sostener las poblaciones de ballenas anteriores a la caza desatada a principios del siglo XX.
«El krill es la base de todo el ecosistema del océano Antártico. Es lo único que comen las grandes ballenas allí abajo»
En los casi 40 años transcurridos desde la entrada en vigor de una moratoria mundial de la caza de ballenas en 1986, algunas especies del océano Antártico -en particular las jorobadas– han experimentado una impresionante recuperación. Sin embargo, esta recuperación se ha producido al mismo tiempo que aumenta la presión humana sobre el alimento fundamental de las ballenas. En los últimos 30 años, las capturas de krill se han cuadruplicado hasta alcanzar unas 400.000 toneladas anuales y se prevé que sigan aumentando.
Savoca y sus colegas calcularon la cantidad de krill que quedará en el océano Antártico para las ballenas barbadas, las aves marinas y otros depredadores si sigue la captura industrial de krill al ritmo actual, y lo compararon con la cantidad estimada de krill que había disponible antes de que comenzara la caza industrial de ballenas. «Las matemáticas básicas dejan bastante claro que la biomasa actual de krill no puede soportar una recolección en expansión y, al mismo tiempo, garantizar la recuperación de las poblaciones de ballenas a los niveles anteriores a cuando empezó su caza», afirma Savoca.
¿Hay krill para todos?
El estudio ofrece sugerencias sobre cómo la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), organización internacional creada en 1980 que gestiona la pesca en el Océano Austral, puede ayudar a evitar el desastre.
La regulación de las zonas y épocas del año en que pueden faenar los barcos comerciales de krill para minimizar la competencia con las ballenas es un punto de partida. La región más importante, según el estudio, es una zona bastante pequeña (16.000 km2) al oeste de la isla Coronation, en el grupo de las Orcadas del Sur, una zona de alimentación privilegiada para el rorcual común, donde se ha pescado alrededor del 30% de todo el krill desde 2000.
La pesca de krill coincide directamente con la alimentación de las ballenas en esta región, lo que suscita preocupación por su bienestar. Los investigadores también sugieren ampliar el uso de dispositivos de exclusión de mamíferos marinos para evitar la captura accidental de ballenas enredadas en redes de krill, como ha ocurrido recientemente con la muerte documentada de al menos cuatro ballenas jorobadas en las temporadas de 2021 a 2022.
En cuanto al krill, la mejora del seguimiento para obtener más datos sobre los puntos calientes de huevos y larvas de estos pequeños crustáceos podría identificar zonas para prohibir o limitar su pesca. Además, los buques pesqueros podrían muestrear periódicamente los enjambres de krill para evitar capturar los que se hallan en pleno periodo crítico de desove.
Estudio de referencia: https://www.nature.com/articles/s41467-024-51954-x
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