No es sencillo convivir a escasos kilómetros con un macropuerto gigantesco como el de Valencia, el segundo a nivel nacional en tráfico de mercancías, solo por detrás del situado en la bahía de Algeciras. Siempre a la sombra y condicionado por el enorme poder de atracción del otro. Pero esa es la realidad del puerto de Alicante, que lejos de achantarse está realizando titánicos esfuerzos por hallar su propio espacio en el Mediterráneo. Y todo ello a través de varias vertientes, siempre con el objetivo de ganar protagonismo y posicionarse como un centro de dinamización económica. Por un lado, con la propia actividad portuaria, a través de la apertura de nuevas líneas de mercancías con Turquía, Egipto y Marruecos, así como el refuerzo de las de Canarias. Y por otro, como polo de captación de empresas tecnológicas, algo en lo que Alicante se está especializando en los últimos años. Y todo ello sin olvidar la sostenibilidad, una apuesta destinada a convertir el puerto en un referente en la materia, empezando por la instalación de una planta de hidrógeno. 

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