Gemma Roselló nació en Cataluña, pero siente que ha sido adoptada por la zona del Alto Tajo, donde se encuentra el segundo parque natural por extensión más importante de Guadalajara. Ella llegó hace 30 años a este territorio y se enamoró de él, por lo que decidió trasladarse con su compañero José, que era de Peralejos de las Truchas a una casa familiar. «Nos decidimos a emprender«, con la empresa de actividades de naturaleza Sentir el Alto Tajo, «porque en estos territorios profesionalmente, si tienes un perfil cualificado, cuesta encontrar trabajo de lo tuyo. Empezamos como guías de naturaleza y de montaña y fuimos ampliando en actividades que pensamos que podían ser interesantes», explica.
En ese entorno natural privilegiado, impresiona no sólo la fauna y la flora. También el cielo. «Aquí estamos a 1.200 metros de altura, con muchos días despejados al año», dice. Son dos de las principales razones por las que la Fundación Starlight, creada para defender el cielo nocturno y el derecho a la luz de las estrellas, le dio a este territorio el certificado de Reserva Starlight. «Eso quiere decir que, si le pusiesen nota a nuestro cielo nocturno, sacaría una matrícula de honor», aterriza.
Tanto su compañera Sandra como ella se formaron como monitoras Starlight en un curso que organizó la Fundación en Molina de Aragón (Guadalajara) y, desde entonces, desarrollan actividades de astroturismo o turismo de estrellas para los grupos, de entre tres y 15 personas normalmente, que acuden a visitar esta zona. Existen distintos perfiles de turistas para esta actividad: «Hay personas más entendidas en el tema que quieren hacer una observación pura y dura, bastante estática. Sin embargo, con lo que más trabajamos es con grupos de familias y personas que llegan de Madrid, Barcelona, Valencia, de sitios con una contaminación lumínica importante, que no están acostumbrados a ver el cielo nocturno».
El astroturismo, señala Antonia Varela, directora de la Fundación Starlight, «se desarrolla en espacios rurales». A ellos llegan principalmente esos urbanitas y amantes de la observación nocturna de los que habla Roselló, que en lo que va de 2024 ha recibido a 67 turistas para ver las estrellas. «Les llevamos en una pequeña ruta al punto de observación y explicamos cosas de este patrimonio natural y faunístico que tenemos, y de golpe les decimos que levanten la vista y disfruten».
Turismo desestacionalizado
La cofundadora de Sentir el Alto Tajo refleja que las actividades de astroturismo que ellos proponen duran hora y media y son «observaciones muy cortitas y dinámicas, que se adaptan al grupo que las va a disfrutar». El cielo que van a ver no es el mismo cada día, sino que «varía dependiendo de la época del año, porque el cielo se mueve», pero estas actividades permiten que en áreas rurales, que principalmente reciben visitantes en verano, su población flotante, o en invierno si ofrecen infraestructuras de deportes de nieve, las acojan durante todo el año, sea cual sea la estación.
Con el objetivo de que los visitantes miren también a su alrededor y no sólo hacia arriba, Roselló y su compañera combinan actividades. «Hacemos observaciones en sí, pero, por ejemplo, en otoño tenemos la berrea del ciervo y montamos una actividad conjunta de berrea y estrellas. A veces introducimos cata de producto local», asegura. El perfil del astroturista, llegue de donde llegue, se relaciona con aquellos a los que les apasiona «el ecoturismo, el turismo activo y el turismo científico», dice la directora de la Fundación Starlight.
El turista interesado por el cielo suele tener una «alta sensibilidad medioambiental, procede del turismo de naturaleza y activo, tiene un nivel sociocultural medio-alto, por lo que invierte en el territorio», sostiene Varela. Incide además en que, aunque estas actividades «se pueden hacer de día o de noche porque el Sol es una estrella», suelen realizarse a las últimas horas del día, lo que incentiva las pernoctaciones en estas zonas rurales. «Aquellos lugares rurales en un riesgo dramático de despoblación encuentran en este tipo de turismo una oportunidad de diversificar la oferta que tienen y proporcionar un nuevo recurso muy atractivo», zanja Varela.
Protección del cielo
La Fundadión Starlight, que otorga a los territorios los certificados de Reserva, «con cielo de matrícula de honor», o Destino Turístico, «de notable para arriba», nació motivada por el Instituto de Astrofísica de Canarias, con el propósito de «llamar la atención a nivel mundial de la importancia de preservar los cielos». Esa misma filosofía es la que trasladan a los lugares recomendados para desarrollar el astroturismo.
«Nosotros tratamos de revalorizar, con el turismo de estrellas y con el resto de nuestras actividades, el patrimonio que tenemos en nuestro territorio«, indica Gemma Roselló, que recalca además que, «cuando hablamos de patrimonio, siempre pensamos en el cultural, en el histórico, en el artístico, pero también está el natural, pero el cielo nocturno es un patrimonio tremendo que tenemos, sobre todo en estos territorios que, desgraciadamente, están muy despoblados». Precisamente por esa baja densidad de habitantes, tienen la «ventaja» de registrar una bajísima contaminación lumínica y «podemos disfrutar de unos cielos nocturnos espectaculares».
Los principios de Starlight de protección del cielo emanan de su primera conferencia internacional, que se celebró en el año 2007 en La Palma y a la que acudieron instituciones como la UNESCO, la Organización Mundial de Turismo o la Unión Astronómica Internacional. En la Isla Bonita se redactó y firmó el primer manifiesto en defensa del cielo nocturno y el derecho a la luz del aire, que en su primer artículo se recoge que el cielo es un derecho inalienable de la humanidad, equiparable a cualquier otro derecho social o medioambiental. Es en ese documento, que se empezó a redactar cuatro años atrás, cuando se habla por primera vez del turismo de estrellas o astroturismo.
El uso inadecuado de la materia iluminaria nos hace perder el cielo»
Antonia Varela destaca que en su tierra «siempre ha habido un claro objetivo de hacer ciencia puntera y de primer nivel, y por eso se necesitan cielos de calidad», porque el «uso inadecuado de la materia iluminaria nos hace perder el cielo». Canarias fue pionera en impulsar una normativa de ámbito nacional para preservar ese patrimonio, la Ley 31/1988, de 31 de octubre, sobre Protección de la Calidad Astronómica de los Observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias, que tiene aplicación sobre la isla de La Palma y parte de la isla de Tenerife que da a La Palma.
No imponer los usos de las ciudades
Este tipo de turismo sostenible trata de inculcar entre quienes lo practican el «respeto por la zona», sostiene Roselló. «Dicen que uno no protege lo que no conoce y lo que intentamos hacer es revalorizar todo el patrimonio que tenemos en la zona, porque muchas veces vemos malas prácticas en la naturaleza y no vienen de que la gente sea destructiva de por sí, sino porque no sabe el daño que hace con un pequeño acto», afirma.
Ella y quienes le rodean se sienten «muy afortunados» de aportar un «granito de arena» a que más personas conozcan este territorio de la España vaciada y que además se esfuercen en «amarlo y entenderlo para llegar a una protección y a un respeto».
Muchas personas repiten, pero Gemma Roselló anima a quienes viven en otros entornos más urbanos a que se acerquen a lo rural «con proyectos que sean respetuosos para el territorio, no queriendo imponer lo que hay en las ciudades a los pueblos, porque no nos sirven los mismos sistemas». En el Alto Tajo, recalca, «se hace todo más despacio y en pequeñito, pero, ya se conoce la frase de Eduardo Galeano: ‘Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo'».