En el porche del número 15 de la Avenida de los Romeros, todavía sigue habiendo luz, pero ya no vive nadie allí. Debieron dejársela encendida los agentes que el pasado domingo, con una orden judicial ya en la mano, lograron echar la puerta abajo de este chalet ubicado en la tranquila localidad de Villalbilla, Madrid. Buscaban a Raquel, una mujer de 54 años que llevaba diez días desaparecida y que apareció allí, muerta en su propia casa, con espuma en la boca y rodeada de un puñado de blíster de pastillas que se cree que pudieron ser las que le arrebataron la vida.
Ahora bien, a la espera de que el análisis toxicológico confirme lo que la investigación ya intuye, hay multitud de preguntas que todavía revolotean alrededor del caso. ¿Cómo y por qué tomó Raquel esas pastillas? ¿Por qué se encontraba en un habitáculo insonorizado en el sótano de la casa? Y, ¿cuál es la implicación de su pareja, César, que fue quien denunció su desaparición, el que puso trabas a la investigación y quien intentó huir cuando vio a los agentes dentro de su domicilio?
Por si el caso se torna en homicidio o en inducción al suicidio, que son las posibilidades que se barajan en estos momentos, el juez que instruye el caso desde un juzgado de Alcalá de Henares el lunes decidió decretar su ingreso en prisión provisional sin fianza. Y lo hizo a pesar de que, como ha trascendido ya, durante su declaración argumentó que Raquel había tenido episodios previos de intentos de suicidio y que, a pesar de que convivió durante más de una semana con su cadáver en la casa, no consiguió encontrarla por más que la buscó.
Los paseos de «los religiosos»
La colonia de chalets en la que se ubica este «caserón», como lo define uno de los que hoy se paran a mirar el cordón de la Guardia Civil que recubre la entrada, clama, sin embargo, por la intimidad. Tanto que Raquel y César ni siquiera vivían cerca del centro de este pequeño municipio de apenas 15.000 habitantes, sino en lo alto de una colina en la que cada vivienda se defiende con vallas, setos y árboles de los pocos ojos indiscretos que pasen por allí.
Sin embargo, incluso en un sitio como Villalbilla a la pareja le debía costar huir de la sociabilidad. No se les veía por el pueblo. No se les recuerda en el campo de golf que tenían a cinco minutos andando. Pero no por ello pasaban desapercibidos para los vecinos, que, sin conocerles personalmente, ya se habían hecho a la idea de que algo en ellos no encajaba.
«Este es un sitio muy tranquilo. Aquí nos conocemos y nos cuidamos todos…, menos ellos», explica a este periódico una de las vecinas, que asegura que sí tenía relación con los antiguos propietarios y que enumera, casi puerta por puerta, el nombre de cada propietario. «A ellos no les conocía. Alguna vez me dejaron acariciar a su perrito, pero no se relacionaban. Eran muy callados».
Quienes les veían desde el otro lado de la calle lo confirman. A «los religiosos», como les conocía más de uno en la Avenida de los Romeros, se les veía pasear con «un collar de cuentas en la mano», pero no decían nada. Algunos, los más mayores, dicen que lo que llevaban era un rosario, pero lo cierto es que César y Raquel participaban de los ritos de los Haré Krishna, una escisión occidental del hinduismo.
Eso podría explicar, por ejemplo, que, cuando los agentes abrieron una pequeña gatera para acceder al habitáculo insonorizado, se encontraran un pequeño altar de oración al lado de Raquel, de la que no existen registros de denuncias previas por violencia de género. Él, por lo que se sabe hasta ahora, tampoco estaba fichado.
Su marido denunció su desaparición
Ahora, y según la información que trasladan desde el Juzgado de Instrucción número 6 de Alcalá de Henares, que es donde se investigará el caso, de lo que se trata es de descubrir si fue ella quien tomó las pastillas por voluntad propia o si se las dio su marido, que insiste en su inocencia.
A la espera, por tanto, de que la instrucción avance y se pueda llevar a cabo una «imputación concreta y definitiva» de los presuntos delitos, los que se manejan ahora mismo son los de homicidio e inducción al suicidio, aunque no se descarta que puedan sumarse otros.
Al principio se creía que Raquel desapareció en el trayecto a visitar a su madre en Yuncos, Toledo, el 31 de agosto, y que nadie volvió a saber de ella. Eso fue, al menos, lo que declaró su marido cuando puso la denuncia por la desaparición de su esposa. Sin embargo, a los investigadores no les costó mucho descubrir que Raquel nunca llegó a ir a casa de su madre, y que, de hecho, en los días siguientes a su desaparición se realizaron varias llamadas desde su teléfono móvil. Poco después, encontraron su coche a las afueras del pueblo.