El pleno comenzó con diez o doce minutos de retraso, algo que no es una gran noticia en la era Astrid Pérez, y que uno sospecha que hasta agradecen sus señorías, que así disponen de un tiempo extra para repasar el wasapp y el correo electrónico –aunque lo hacen durante todo el día– apurar el café –por más que salgan y entren a menudo para abrevar en las cafeterías más cercanas– o palicar con socios, adversarios y, si hace un buen día, incluso con compañeros de partido. Los tres periodistas presentes se toman un cafelito y quizás mordisquean una pulguita en la mesa del refrigerio que les pone caritativamente la presidenta. Siempre la contemplamos con melancolía, porque todo lo que está en esa mesa tan ordenadita –bocadillos, entremeses, dulces– desaparecerá misteriosamente en un par de horas sin que los juntaletras lo volvamos a ver.
Se habían acumulado muchas preguntas al presidente y al vicepresidente del Gobierno, sin contar con las dirigidas a los consejeros, pero ninguna deparó ningún momento muy glorioso o demasiado deplorable. La noticia no estaba dentro, sino fuera: el viaje de Alberto Núñez Feijóo a Tenerife para firmar con Fernando Clavijo un acuerdo sobre la gestión de los menores migrantes no acompañados y su redistribución en las diversas comunidades autonómicas. Especialmente los presidentes y portavoces de los grupos parlamentarios parecían dejar pasar las horas. Precisamente Manuel Domínguez, vicepresidente y consejero de Economía, fue uno de los últimos diputados en llegar. Y la señora presidenta abrió el pleno, pidió excusas por el retraso y cedió la palabra, como ocurre habitualmente, con Casimiro Curbelo, que es como el asesinato en las películas de Colombo: siempre aparece al principio.
Lo cierto es que Curbelo parece navegar hacia un otoño político inevitable. Por supuesto que mantiene vivos y coleantes los poderes y las gracias concedidas por el pacto de CC y PP, pero son menores que las de sus gloriosos tiempos en el pacto de las flores, un apelativo que los socialistas reivindican mucho. Para el cronista lo de las flores siempre tuvo un tenue perfume Mao Zedong. Pero igual que le ocurrió a Mao, Ángel Víctor Torres no consiguió legar al futuro de una sola flor.
Respecto al señor Curbelo, se le trata como un jarrón chino precisamente, como algo valioso pero ya depositado en una esquina, y a ver si con un poco de suerte no sale ya de ahí. El líder de la ASG preguntó por la situación de los canario-venezolanos en estas horas inciertas (son 55.000 los venezolanos que viven ahora en las islas) y Clavijo desgranó los cientos de miles de euros que se han empleado en cobertura sanitaria, tarjetas de alimentos y distintas ayudas sociales.
La portavoz del PP, Luz Reverón, que se ha juramentado acabar con el sanchismo, denunció en su pregunta que casi un mes después de la visita del presidente Pedro Sánchez a Mauritania, Senegal y Gambia no se había visto ningún efecto en la situación de la ruta atlántica. Tal vez convendría esperar un fisco, pero Clavijo la acompañó en la desconfianza, porque afirmó que las visitas africanas de Sánchez «no han estado acompañadas desgraciadamente de proyectos, programas de cooperación o compromiso de inversiones que contribuyan al desarrollo económico y la estabilidad social de esos países».
A Curbelo se le trata como un jarrón chino; algo valioso pero ya depositado en una esquina, y a ver si con suerte no sale ya de ahí
El resumen de las varias preguntas que aguijonearon al presidente sobre política migratoria fue muy claro: «Sobre los menores migrantes necesitamos un acuerdo de país. Tenemos capacidad suficiente para hacerlo. Y me niego rotundamente a creer que sea imposible». Tuvo contrapuntos perfectos en el socialista Sebastián Franquis, para el cual toda la culpa la tiene el PP, y en el conservador Juan Manuel García Casañas, para el cual el papel del PSOE linda con lo criminal.
Su señoría García Casañas es muy Les Luthiers, porque siempre que clama por las muertes de los migrantes en el mar parece que propugna que mueran menos angustiosamente en sus casas.
Más adelante, a la hora de intentar hacer pupa al vicepresidente, Nira Fierro calificó de paso a Clavijo como «el mejor militante del PP». Como demuestra sin duda la misma Fierro, es mucho más sencillo y descansado militar en el PSOE.
Luis Campos, el honorable barítono de Nueva Canarias, se mostró extraordinariamente preocupado por el aumento de las viviendas vacacionales, advirtiendo que ya lo había advertido antes: la preparación de la ley que las regulará próximamente había provocado un suerte de efecto llamada entre los oportunistas. Habría que hacer algo. El jefe del Gobierno le recordó que el Gobierno autónomo poco puede hacer, precisamente, con la actual legislación, y le recordó que durante el último año de la etapa de Torres al frente del Ejecutivo las viviendas vacacionales aumentaron en más de un 75% un porcentaje superior casi un 50% al incremento del primer año de su mandato. «Entonces no pareció usted tan preocupado», remató Clavijo. En su escaño Campos parecía haber ingerido de repente una caja de chinchetas.
Después de un cúmulo considerable de preguntas sobre infraestructuras y una nueva inquisición como hombre de Estado de Casimiro Curbelo acerca de un nuevo sistema de financiación autonómica (donde solo quedó claro que nadie, absolutamente nadie, sabe hacia dónde se dirige fiscal y territorialmente el Estado español) lo más destacado consistió en la interpelación del grupo socialista a la consejera de Hacienda y Relaciones con la UE y la comparecencia de la consejera de Bienestar Social e Igualdad, Candelaria Delgado, solicitada por la diputada Natalia Santana, de Nueva Canarias.
Uno de los mayores misterios del primer año de legislatura es como su señoría Manuel Hernández Cerezo, diputado socialista, le ha cogido el gusto a ser machacado por la consejera Matilde Asian, economista, inspectora de Hacienda, exdiputada, exviceconsejera de Economía del Gobierno autónomo y exsecretaria de Estado de Turismo. Quizás si Hernández Cerezo no insistiera en las mismas preguntas –que no son precisamente las que más pueden irritar al Gobierno– no obtendría las mismas respuestas que caen como una granizada sobre su cabeza. Qué tiempos aquellos en los que Iñaki Lavandera hacía sudar a los consejeros de Hacienda. Claro que Lavandera era economista y se leía los papeles bien. Hernández Cerezo va tirando con cuatro frases.
Por increíble que parezca el diputado socialista volvió a insistir en que el Gobierno no ha bajado el IGC como aseguró el PP (y apoyó CC) en la campaña electoral de 2023. Cuando sobre esto se empecina el representante de una fuerza política que en mayo negaba en redondo que pudiera aceptarse un concierto económico con Cataluña y en julio se puso a negociarlo y terminó firmándolo la cosa no deja de tener cierta gracia. Sobre todo cuando es bastante previsible que el acuerdo entre PSOE y ERC en Cataluña termine exigiendo una subida de impuesto bastante sabrosona.
Que no exista techo de gasto ni se vea en el horizonte la aprobación de unos presupuestos generales del Estado son minucias para el señor Hernández Cerezo. Y por eso, entre otras razones como la inteligencia expositiva y una cabeza bien amueblada, la consejera de Hacienda siempre sale de estos lances como sobre una carroza nívea con suaves campanillas.
Más batalladora fue y es la diputada Natalia Santana. Si se le escucha con atención Santana parece estar convencida de vivir en el régimen atroz de una derecha salvaje, ruin, autoritaria y explotadora que asfixia a los canarios y canarias e impide el progreso y la libertad del pueblo. Muy probablemente su señoría opina eso porque en toda su vida ha vivido bajo ese gobierno de derecha radical de sus amadas fantasías ideológicas. La puerilidad de Santana no se detiene ante nada y tiene muy claro, como buena creyente, que a un lado está el mal y al otro el bien, ambos perfectamente perimetrados. y el que no está con el bien, que es donde duermen y cobran sus compañeros de Nueva Canarias, eres un canalla indescriptible. Ese es el nivelito.
Llamó de todo a la consejera Candelaria Delgado, que no respondió a ninguna de sus groserías y acusaciones, y procuró ofrecer el máximo de información. Lo que exaspera a Santana es el nuevo decreto que modifica varios aspectos del sistema de Dependencia de Canarias y que actualmente es todavía un borrador, está sometido a exposición pública y ciertamente ha sido criticado en varias instancias colegiales y profesionales. El decreto pretende desburocratizar el proceso del reconocimiento de la dependencia y a la oposición no le gusta, porque, a su juicio, debilita la solidez y pertinencia de los informes y, al cabo, los intereses de los ciudadanos afectados. Es un asunto discutible y discutido, pero no una estúpida lucha teológica, como lo presentó una y otra vez la diputada de NC, que debe tener un amplio surtido de bolsitas de azúcar, porque dispone de un montón de citas que podrían utilizarse con igual pertinencia en sus intervenciones o un tratado para aprender a tatuar encías.
Al final advirtió a la consejera que si no vuelve a ser una mujer progresista y comprometida contra la ultraderecha, CC y PP la quemarán como a Juana de Arco. Me fijé en el rostro de Candelaria Delgado. Se me antoja que le costaba creer que estaba oyendo lo que estaba oyendo. A mí me pasaba lo mismo, como a cualquier persona de más de quince años. Finalmente Santana se sentó, satisfecha. Había ganado un round más contra el fascismo.
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