La vuelta al cole es siempre motivo de más o menos pereza entre los niños una vez que acaba el verano. Pero si el retorno a las aulas se hace con un amigo peludo a la puerta, que encima se tumba en el suelo para ayudar a concentrarse con las matemáticas, la rutina se hace mucho más llevadera. Incluso ilusionante, como demostraron ayer los niños del colegio El Cotayo, en Siero, Asturias.

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