Sinner impone la ley del número uno y se corona en Nueva York

Taylor Fritz había dicho antes de jugar la final del Abierto de Estados Unidos, la primera lucha del californiano por un grande, que tenía la sensación de que iba a salir a la pista Arthur Ashe «a jugar realmente bien y a ganar”. Era una declaración voluntariosa. Era la ilusión a la que se asía no solo el número 12 del mundo, sino todos los fans locales y el país, ansioso de volver a una cumbre que el tenis patrio conquistó por última vez en 2003, de la mano de Andy Roddick (y a costa de Juan Carlos Ferrero).

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