“Yo no les cuento mis penas a mis amigos, ¡que los divierta su puta madre!”, se dice como mantra el cineasta Isaki Lacuesta, uno de los tres directores preseleccionados para representar a España en los Óscar por su película Segundo premio (2024). Lo cierto es que el largometraje sufrió un dificil proceso de producción hasta llegar a proyectarse. El director catalán escribe desde hace meses una ficción sobre el artista Manolo Millares.
¿Cómo va el proceso de escritura de la película de Manolo Millares?
Todavía no hemos viajado a Las Palmas de Gran Canaria porque vamos con retraso. He estado escribiendo, pero a distancia. Va funcionando la cosa, pero piano piano… Sigue en pie también lo de pasar por Lanzarote, Cuenca, Barcelona, Madrid. Como digo, ocurrirá.
¿Guarda en la recámara el trabajo sobre otros guiones, además de este?
Siempre trabajo en varios proyectos en paralelo. Lo de la exclusividad no se me da bien. Va según el caracter del director. Tengo amigos que deben estar a tope con su proyecto e igual están ocho años hasta que sale. En mi caso debo de estar con varios a la vez. Es una forma de quitarse presión y siempre hay algunos que se frenan o se adelantan a los demás.
Ocurrió así con Segundo Premio (2024), su largometraje preseleccionado para los Óscar.
Completamente. Jonás Trueba llevaba seis años trabajando en la película, cuando se dio cuenta de que ya no era la misma persona que había empezado y decidió dejarlo. Yo estaba trabajando en otra película, un proyecto personal, que en principio rodaré este junio, pero se me adelantó esta de forma inesperada porque estaba financiada.
Y por cosas del destino él al final acabaría rodando Volveréis (2024), una película que también cosecha éxito.
Qué buena es. Disfruté mucho verla. Es una comedia clásica de los años 40. Una pareja que se separa y decide montar una fiesta para celebrarlo. Y de hecho en esa misma secuencia tocan los músicos de Segundo Premio.
¿Cuánto puede llevarle un proceso de documentación para una película?
Lleva su tiempo. Este verano he estado leyendo muchas correspondencias publicadas sobre la vida de Manolo Millares y hace un mes estuve en el depósito del Museo Reina Sofía visitando las obras no expuestas al público. Son procesos laboriosos, pero muy disfrutables. Es muy bonito porque todo es posible aún. Son sueños y fantasías.
¿Se llega a convertir por momentos en los personajes sobre los que escribe?
Te das cuenta de en qué te pareces y en qué no. Hay muchos ecos. A veces son parecidos y otras diferencias.
¿Cómo han sido estos días posteriores a su preselección?
Ha estado bien porque, de algún modo, hace que la película resucite en los medios de comunicación. Ahora mismo Segundo Premio se está viendo en algunas ciudades, festivales y cineclubs, sobre todo. Como que de alguna manera, el circuito comercial más fuerte en grandes capitales ya pasó y ahora continúa por otras vías. El mes que viene saldrá en Movistar y esto lo que hace es darle un impulso nuevo para que la película tenga una segunda vida, mientras continúa la primera, que es más publicitada. Esto de los premios tiene algo artificioso porque las películas nunca pueden competir entre sí. Más bien los cineastas buscamos compartir. Todo esto tiene algo de juego y de pequeña farsa que funciona en la medida que es util. Cuando la gente se toma un premio demasiado en serio da un poco de risa.
Entonces, ¿qué cree que vio el jurado para preseleccionar Segundo Premio?
No tengo ni la más remota idea. Si cuando voto yo no sé muy bien por qué voto, intentar meterme en la cabeza de un colectivo tan grande es algo complicadísimo.
Un premio es una consecuencia de crear un buen largometraje.
Da un poco igual. Si vas contándole las dificultades que has tenido durante el proceso quedas un poco de pordiosero, ¿no? [Risas]. Son problemas nuestros que no le importan a nadie. Como cuando vas a comprar una barra de pan. ¿Qué te va a contar el panadero? Pues que se ha levantado a las cuatro de la mañana. Si nos cuesta es cosa nuestra.
¿Siente que a la gente disfruta de regocijarse un poco en sus propias miserias?
Es exagerado. Me parece que si se puede hablar de ello siempre es mucho mejor. Hay una frase que creo que repetía mucho Fernando Fernán Gómez: «Yo no les cuento mis penas a mis amigos, ¡que los divierta su puta madre!».
Otro de los filmes preseleccionados, La estrella azul, cumple similitudes con Segundo Premio en tanto que ambas son ficciones musicales, ¿siente que este foco mediático puede darle alas al subgénero?
De hecho, La estrella azul me gusta mucho. Ha sido un gustazo encontrar un talento como el de Javier Macipe. Sí que son diferentes, pero de algún modo tienen algo de primas. Hablan de músicos en búsqueda, con dificultades con las drogas y con vidas personales tormentosas. Es verdad que ha habido películas musicales, pero recientemente. Hasta los años 80 siempre ha habido gran tradición de películas sobre música y músicos en España. A veces son películas que pueden dar la sensación de ser folclóricas, pero revisitándolas ahora, que es una serie que he hecho para otro proyecto, hay películas que son realmente estupendas e interesantes. Sí que en los últimos años no se han estrenado películas sobre ficción musical, pero sí que sé de varios proyectos en marcha que me invitan a pensar que saldrán más.
¿Por qué cree que las ficciones musicales se producen más en EEUU?
Por una cuestión de cantidad de cine que se produce en un país. Los yankees y los franceses son los que más cine hacen, abarcan más y lo hacen mejor.
En caso de que resulte preseleccionado, tomaría el relevo de La sociedad de la nieve de Juan Antonio Bayona. Dos ejemplos de cine con acento catalán.
Jota produce quizás el que sea mi próximo rodaje, el año que viene. Somos de la misma generación y creo que lo más interesante de Cataluña, pero eso ocurre aquí y en Andalucía, el País Vasco y en Canarias.
¿Cuánto lleva trabajando con Bayona en ese largometraje?
Muchísimo. Es un largometraje de ficción en el que llevo trabajando años. De hecho, es anterior a Un año, una noche (2022) y Segundo Premio. Es habitual que los procesos se dilaten. La rodaremos en junio y es una versión imaginaria de mi infancia en Banyoles, un pueblo de Cataluña en el que crecí.