Llevaba días avisando Javier Guillén, director de la Vuelta, a todos los que hablaban con él. “Ojo con la sexta etapa”, la que llevaba de Jerez a Yunquera, un pequeño pueblo de la serranía de Ronda. Lo sabían todos. Ningún equipo, al margen de su poderío, puede decir que llegó a ese día, el 22 de agosto, sin saber que había un escenario peligroso como la pólvora. Y fue allí donde pudo cambiar la Vuelta, con un Ben O’Connor que tomó prestadas las piernas de Tadej Pogacar para dar un susto de espanto a todos, incluido Primoz Roglic, y acabar la Vuelta en segunda posición, sin estar en la casilla de ninguna quiniela para ocupar ese lugar de honor.

Fuente