Ha transcurrido ya un mes desde que las tropas ucranianas irrumpieron por sorpresa en el ‘óblast’ (región) de Kursk, logrando hacerse con el control de alrededor de 1.300 kilómetros cuadrados de territorio y un centenar de asentamientos habitados de la Federación Rusa en relativamente poco tiempo, además de capturar cientos de presos rusos para luego intercambiarlos por soldados ucranianos. Y ahora que la polvareda levantada por este movimiento sorpresa comienza a disiparse, la opinión pública ucraniana, los expertos militares y los aliados de Kiev empiezan plantearse qué réditos aportará este éxito militar inicial, una apuesta personal del presidente Volodímir Zelenski para modificar el curso del conflicto armado percibido en los últimos meses como desfavorable, y cuál será el impacto de la ofensiva en los restantes frentes de guerra donde las tropas locales afrontan el empuje del enemigo ruso. «Kiev tiene que decidir ahora qué lograr con esta ganancia», subrayan los académicos Michael Kofman y Rob Lee en un artículo en la revista Foreign Affairs titulado ‘La Apuesta de Ucrania’.

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