Pedro Sánchez ha hecho un nuevo truco de prestidigitación: el día en el que se esperaba que defendiera o incluso explicara el concierto fiscal para Cataluña, lo que hizo fue decirle al Comité Federal del PSOE que ese no es el tema: «En financiación autonómica el verdadero debate no es entre territorios, sino entre modelos«.
En una media hora de discurso, ante una abarrotada sala Ramón Rubial y una sede de Ferraz con más periodistas por metro cuadrado, incluso, que policías protegiendo la seguridad del presidente del Gobierno, Sánchez dijo que «el problema es que la derecha tiene un modelo de recortes y privilegios y el PSOE quiere seguir transformando España para que los derechos no se conviertan en mercancías«.
Pero al mago le vieron el truco, desde la entrada los barones críticos, que arremetieron en público, y dentro de la sala, contra «el principio de desigualdad» que consagra el llamado cupo catalán.
Para Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), es «de tontos» aceptar «algunos argumentos» como los que han esgrimido algunos de sus compañeros comparando la «financiación singular de Cataluña» con las ayudas fiscales «de 10 millones de euros» a Soria, Teruel o Cuenca. «El cupón para la independencia», dijo, «no puede ser lo que avale el PSOE».
Así lo expresó a la entrada y frente a sus compañeros. El único barón con mayoría absoluta fue el más vehemente ante la prensa, y advirtió de que el acuerdo «es más egoísta que socialista» porque, aunque Esquerra se diga de izquierdas, «lo reaccionario no está sólo en la derecha».
Para Javier Lambán (Aragón) el modelo «es anticonstitucional» por «varios artículos vulnerados». El expresidente autonómico admitió que a él no le interrumpieron «con aplausos» en su intervención, de seis minutos, pero sí que le llegaron «mensajes de WhatsApp» apoyándole.
El aragonés felicitó a Salvador Illa y advirtió en su intervención de que, leyendo pacto del PSC con ERC, el cambio propuesto «es estructural» y sin embargo, la oferta de más dinero a las CCAA de Sánchez «es coyuntural», aprivechando que ahora hay dinero. «Ningún Gobierno del mundo ha aceptado perder el control fiscal del 28% de su PIB… imaginen que esto lo pide también Madrid, nos tendríamos que coger las pateras para irnos a Mauritania«.
Luis Tudanca (Castilla y León) advirtió de que no conoce el modelo, y que esperaría a que el presidente y la vicepresidenta, María Jesús Montero, lo explicaran: «Si dicen que va a ser mejor para todos, lo veremos… yo vengo a defender los intereses de mi tierra, muchas veces olvidada».
Y para Miguel Ángel Gallardo (Extremadura), la clave está en que lo que se apruebe sea «un sistema basado en la igualdad y en la justicia social».
Como los demás, dijo desconocer los detalles, y seguramente se fue del mismo modo, ante la falta de explicaciones de Sánchez, de Montero y del propio Illa. «No represento a una región pobre, sino con rentas más bajas que Madrid o Cataluña, por eso, es innegociable que el nuevo sistema se asiente en la igualdad y la justicia social», sentenció en la reunión, ante sus compañeros.
Discurso de Sánchez
Un Sánchez sonriente y relajado, a pesar de la tensión con sus críticos, confirmó que quedan tres años de legislatura, aunque admitió que es ahora cuando comienza «una nueva etapa». Y en ella aseguró que seguirá aplicando sus políticas «con o sin las aportaciones de la oposición», advirtió, «y con o sin el concurso del poder legislativo, que necesariamente tiene que ser más constructivo y menos restrictivo».
El líder socialista sólo se refirió a Cataluña para «felicitar» a Salvador Illa, al inicio de su intervención. Habló más de la Comunidad de Madrid, de la Comunidad Valenciana, de Andalucía y Extremadura, regiones gobernadas por el PP de Alberto Núñez Feijóo, «ese que dijo que traía la política para mayores, y hoy no sé si es mayor su frustración o su desesperación».
De cada una de esas regiones sacó un supuesto ejemplo de ese «modelo» político «neoliberal y fracasado», frente a al socialdemócrata, que aseguró que «hoy lideramos desde el PSOE» en Europa y en el mundo.
El Comité Federal, teóricamente, estaba convocado para confirmar la convocatoria del 41º congreso del PSOE, a finales de noviembre.
Sánchez no dijo nada de «alinear» al partido con sus tesis -ésas que son las que creaban la expectación real y no explicó-, pero sí que lo puso en pie, forzadamente y con algo de suspense impostado.
Fue al final de su discurso de apertura del cónclave: «No demos por normal lo que os voy a anunciar ahora», dijo, antes de confirmar que se presentará a la reelección con «pilas cargadas, nuevas ideas, los mejores equipos, y las prioridades bien definidas».
Las seis prioridades ya las desgranó el pasado miércoles, en la conferencia de apertura del curso. Pero la última, la de la paz en el mundo, le sirvió para citar a Ucrania, a Palestina y a Venezuela como tres compromisos de defensa del multilateralismo y los derechos humanos de su Gobierno: «A héroes como Edmundo González, España no los va a abandonar».
De ese Gobierno, que una vez más anunció que lo hay «para largo» defendió su hoja de servicios y su «optimismo para mirar al horizonte de retos que afronta nuestro país», ahora que, por primera vez, no hay elecciones por delante.
Sánchez pretende hacer, una vez más, de la necesidad virtud. Y así, aprovechar el melón de la financiación autonómica, abierto por su pacto con ERC para darle una «financiación singular» a Cataluña para consolidar un nuevo modelo territorial.
Para eso, recibirá «en las próximas semanas» a los presidentes regionales «que quieran» en Moncloa. Y a todos ellos les dirá que va a duplicar el fondo de compensación autonómico y que van a recibir «más transferencias financieras que cuando gobernaba Mariano Rajoy».
En realidad, por un lado, eso soslaya el debate real: el de la ruptura de la caja única para que Cataluña recaude, gestione, liquide y decida sobre «el 100% de sus tributos». Y por otro, no compromete a nada. Porque recibir más que en los años del PP ya está pasando -como él mismo se encargó de reivindicar varias veces- y, además, no es una cuenta válida, pasados ya siete años, con sus cambios, crisis y, sobre todo, rallies inflacionistas acumulados.
Y además, si el fondo de compensación autonómico lo nutren, hoy en día, tres comunidades (Madrid, Cataluña y Baleares), que una de ellas se vaya del sistema, sólo se puede solucionar de dos maneras: o lo las otras dos ponen lo que falte (y más, si se va a duplicar el montante total) o lo hace el Estado. Y en este caso, las dos vías posibles también merecen debate político: o se detraen recursos de otras partidas, o se suben los impuestos.
Y de nada de eso habló, esta vez, el secretario general del PSOE. Sólo de la confrontación de su modelo, «punta del progreso», dijo, y el del PP, «muy parecido al de Vox y la internacional ultraderechista», a la que citó por tres veces.
Illa, tampoco
Después de su discurso, las cámaras pasaron a negro. Y comenzó el verdadero comité federal más tenso de cuantos ha celebrado desde que Sánchez gobierna. Incluso más que el último, en el que todo el partido zozobraba por sus «cinco días de reflexión», tras la imputación de su esposa por corrupción y tráfico de influencias.
El mismo presidente había «agradecido», en el inicio de su intervención, las manifestaciones de «unión y apoyo» a él, a su «pareja» y a su «hermano» en aquellos días.
Pero éste no era un comité para el congreso, sino para discutir, por fin, lo del cupo catalán, un debate «hurtado» durante dos meses a los críticos y que, según muchos de ellos, pone en riesgo el consenso constitucional y la equidad.
Lo que no lograron ni la declaración de Pedralbes (la del «conflicto político»), ni los indultos (que nunca se aprobarían), ni la derogación de la sedición (que se hacía para adecuar el Código Penal a los de nuestro entorno), ni la rebaja de la malversación (para revertir una mala reforma impuesta por el PP), ni la amnistía (que hacía de la necesidad virtud), sí lo ha logrado la «financiación singular» de Cataluña.
Tomó Illa la palabra el primero, ya con las pantallas en negro, en primer lugar. Pero entonces se cortaron los micrófonos, también. Fuentes internas confirman que todos esos hitos polémicos, punto por punto, fueron defendidos por Illa, con una frase clave en su discurso, para tratar de calmar los ánimos de los críticos: «Cataluña no sólo no se va, sino que vuelve».
El president tampoco dio un solo detalle del acuerdo con ERC, pero defendió hasta la misma ley de amnistía que él rechazaba incluso después del 23-J: «No se ha roto España, al contrario, aunque algunos se resisten a aplicarla, esa ley, no sólo no ha roto nada, sino que ha ayudado a superar, por el bien de Cataluña y de España, unos años malos para todos».
Después hablaron otros barones, entre ellos Page. Fuentes socialistas aseguran que dijo dentro «esencialmente lo mismo que a la entrada». Y a la entrada había sido el mismo del «¡hasta aquí!» del pasado julio.
Page había puesto el dedo en la llaga de la defensa socialista de la igualdad: «No creo que haya muchos tontos que se traguen estos cuentos«, dijo el castellano-manchego a la entrada, combativo. «Lo que conocemos del acuerdo con ERC es más egoísta que socialista, pero aún no hemos visto ningún documento firmado… vengo a pelear por tenerlo, para poder debatir y discrepar».
Tudanca dijo que sólo apoyará un sistema que «beneficie» a Castilla y León, como vía para no apoyar ni rechazar expresamente el concierto para cataluña.
Y el extremeño Gallardo mostró su rechazo a la salida de Cataluña del régimen común, aunque en el debate a puerta cerrada fue mucho más suave. Tratando de convertir la inconcreción de los firmantes del pacto en una esperanza para el cambio en sus principios, dijo: «Estoy convencido de que el nuevo sistema será bueno para Extremadura».
Juan Lobato (Madrid) no supo cómo salir del embrollo, y se negó a contestar, por dos veces, pidiendo «reflexión». Mientras que Juan Espadas (Andalucía) reivindicó el liderazgo de su región para lograr que este cambio de modelo «no privilegie a unos pocos, y acabe siendo bueno para todos».
Otros, los más cercanos a Sánchez, sí defendieron «la construcción definitiva de la España federal por encima de la autonómica». Ésa fue una frase rotunda de Francina Armengol (Baleares), muy similar a las de Patxi López, portavoz parlamentario, o José Ramón Gómez Besteiro (Galicia).
Hasta la valenciana Diana Morant logró apoyar de palabra el privilegio para Cataluña frente a su región, la peor financiada de España: «Vamos a abordar hoy una cuestión trascendental, porque los valencianos siempre pedimos un modelo federal», dijo. «El acuerdo con ERC va por ese camino, que es el de la solución del problema. Y vamos a contribuir con energía a este nuevo modelo».