Pocas semanas después de la despedida de Élite, Carlos Montero, creador de una de las series españolas de Netflix que, tras La Casa de Papel, más proyección internacional ha tenido, vuelve a la carga con un nuevo proyecto. Respira es un drama médico a la española que bebe mucho de su predecesora y cuyo argumento se resume rápido diciendo que es una especie de Anatomía de Grey a la española. Si el culebrón ambientado en Hospital Seattle Grace ya suma más de veinte temporadas en antena, habrá que ver si el equipo médico de esta nueva serie española resiste tanto tiempo en antena.
El otro conocidísimo drama médico patrio fue Hospital Central, que trataba ser Urgencias a la española, tuvo ya las veinte temporadas tras doce años en antena en aquellos prehistóricos tiempos en que Telecinco era el canal de las series. Dado el éxito de Élite, posibilidades hay con Respira, pero todos sabemos que a Netflix no le gusta eso de superar las seis temporadas. Élite fue uno de los casos en los que se llegó a las ocho entregas. Ahora los jerifaltes de la plataforma han dado luz verde a este nuevo juguetito para que sus creadores sigan jugando y ha venido para quedarse. Durante su primera semana, ya se ha colocado en el puesto de lo más visto de la plataforma.
Entre los rostros más conocidos del reparto tenemos a Najwa Nimri, Aitana Sánchez-Gijón y Blanca Suárez. Aunque también tienen un papel destacado los personajes de los médicos residentes, interpretados por un reparto de jóvenes actores dispuestos a darse con un canto en los dientes por repetir el éxito que tuvieron sus compañeros de Élite. La trama transcurre en el ficticio hospital público valenciano Joaquín Sorolla. Los dramas personales de sus protagonistas se van alternando con las distintas emergencias médicas a las que tienen que enfrentarse en su trabajo.
A lo largo de esta primera temporada se nos narra el pulso que el equipo médico mantiene con una Generalitat Valenciana empeñada en meter la tijera en la Sanidad pública a costa de la privada. Al frente del gobierno autonómico se encuentra la presidenta Patricia Segura, encarnada por Najwa Nimri. La actriz ya más que habitual entre las series españolas de Netflix tras el bombazo de La casa de papel y aquí encarna a una dirigente política de un perfil que recuerda mucho al de otras lideresas de la derecha española. Una de las tramas centrales de esta temporada, y aquí vamos al espinoso tema de los spoilers, gira sobre el hecho de que ella tiene que ser operada de un cáncer de mama en el hospital al que sus políticas están dejando con unos recursos que no dan para atender las necesidades de sus pacientes. Es el momento en que algunos médicos aprovechan para convocar una huelga indefinida y sin servicios mínimos.
Si en Élite, el ambiente del exclusivo colegio privado de Las Encimas se veía alterado por la llegada de estudiantes clases humildes, aquí la situación es la contraria. La vida del centro médico se ve convulsionada por la llegada de la dirigente que les está metiendo la tijera. La Molt Honorable, con la misma mala leche que la inspectora Alicia Serra de La Casa de papel, lejos de empatizar con las necesidades de esos profesionales que trabajan por salvar su vida, considera la huelga como un chantaje intolerable al que no pretende ceder.
En el equipo del hospital hay dos bandos claramente diferenciados. Por un lado, el doctor Noa (interpretado por Borja Luna) que además de encabezar a los huelguistas es precisamente el médico que estaba tratando a la presidenta de la Generalitat; y por el otro a la doctora Amaro (Aitana Sánchez-Guijón) que no está dispuesta a incumplir el juramento hipocrático y desatender a sus pacientes por las ambiciones políticas de otros. Por el camino, se aborda otro tema peliagudo y de actualidad como es el estado de la salud mental entre el personal sanitario, sobre todo después de los duros momentos vividos en la pandemia.
Pero hasta aquí, las notas de seriedad. Esta serie no es tanto una obra de denuncia para reivindicar las bondades de la sanidad pública, sino más bien una montaña rusa llena de cliffhangers y giros inesperados de guión que pretenden mantener al espectador comiéndose las uñas frente a la pantalla. Con urgencias al límite y pacientes energúmenos que pretenden agredirles, los protagonistas se ven arrastrados de una crisis a otra, con muchos momentos de oioioioioi y que hacen que los ocho capítulos se vayan en un suspiro. No estamos ante esas eternas series de más una hora por episodio. La serie termina con un buen número de tramas abiertas, aunque el espectador más impaciente puede estar tranquilo. La espera para los nuevos episodios no serán los dos años con los que últimamente se tienen que conformar los seguidores de otras series de moda, como por ejemplo La Casa del dragón.