El italiano Jannik Sinner, 23 años y nº 1 mundial, agradeció al público estadounidense su buena acogida. Llegó al evento después de conocerse que había dado dos vece positivo, por clostebol, en sendos controles antidopaje en marzo. El tema salió a la luz pública después de que ganase el Masters 1000 ATP de Cincinnati, antes de afrontar el Grand Slam de Nueva York, con mucho ruido de fondo porque muchos tenistas cuestionaron el proceso, el posible trato diferencial con colegas que vivieron situaciones parecidas y no pudieron competir hasta haber una sentencia definitiva.

Sin embargo, ya no hay quien quiera a Sinner en el US Open tras ganar al británico Jack Draper, 22 años y nº 25, por 7-5, 7-6 (3) y 6-2 en 3h.03′. Es más que nunca un enemigo a batir. Todos contra él en el Arthur Ashe Stadium este domingo, a las 22:00 horas, contra la esperanza de casa, el superviviente de la semifinal estadounidense entre Taylor Fritz y Frances Tiafoe

El primer italiano en la final del US Open choca contra los intereses USA, el deseo de tener por fin a un sucesor de Andy Roddick, el mejor en 2003. Aunque Sinner suele ser el hombre tranquilo, tendrá que capear con más de 23.000 ruidosos fans. 

Quiere emular a Flavia Pennetta, sorprendente campeona transalpina en 2015, en su último partido profesional porque se retiró a continuación. No será el caso del joven Jannik Sinner, que quiere su segundo Grand Slam después de abrir palmarés en el pasado Open de Australia.

Son diez partidos conseutivos ganados. En todo tipo de circunstancias. Fue accidentado su cita con Jack Draper, su verdugo en la hierba de Queen’s 2021, un talentoso y potente tenista que se convierte en un rival peligroso si está libre de lesiones. Hubo mucha intensidad, desgaste. Y lo pagó el más débil, el menos acostumbrado a una exigencia tan continua.

Con 5-4 en el segundo set, todavía con mucho que decidir, Sinner pidió la ayuda del fisioterapeuta, alertado por el dolor en la muñeca izquierda. Se cayó y el impacto de la mano con el suelo fue violento. Se alarmó el transalpino.

Paralelalmente, el médico asistía a un Jack Draper que vomitó varias veces. Se aplicó collarines de hielo, tomó bebidas frías, en cada descanso acudió al aire refrigerado que la organización pone a disposición de los deportistas a través de una manguera. Se cambió de zapatillas. Humedad, también la presión impuesta por Sinner.

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Sinner se olvidó paulatinamente de la muñeca, el depósito de Draper siguió vaciándose. Atado el ‘tiebreak’ del segundo set, en el tercero no hubo más jugador que el transalpino. Acosumbrado a estas batallas. El inglés ni se podía mover, lo había dado todo. 



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