Canarias vive envuelta en una tormenta que no parece amainar desde hace 381 días: la emergencia humanitaria de los menores migrantes no acompañados. Vulnerables y a menudo invisibles, estos niños y adolescentes, llegados en embarcaciones precarias desde África, son el epicentro de una negociación frustrada. La demanda de repartir la atención de la infancia migrante entre todas las comunidades autónomas no es nueva. Sin embargo, lo que empezó siendo una conversación entre administraciones, ya se ha convertido en un grito de auxilio. Las autoridades canarias, desbordadas por el colapso de su red de acogida, han pedido una y otra vez el apoyo del Estado. El fracaso de las negociaciones ha dejado en evidencia una profunda fractura en el compromiso humanitario del país y los niños siguen aguardando por una solución.

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