Desde el primer momento estuvo claro que el salto de Óscar López de las cocinas de la Moncloa al Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública, como relevo de José Luis Escrivá, era un movimiento con el que Pedro Sánchez pretendía pertrecharse mejor frente a la oposición. Con ese gesto, el presidente quería reforzar el peso político de su Gabinete, apuntalar la primera línea de defensa. Este viernes, López, en su toma de posesión como nuevo titular del departamento, lo demostró con creces. Tiene «ganas» de hablar, hambre de declaraciones públicas y deseo de repartir estopa a la oposición.

El nuevo ministro dejó ver sus intenciones enseguida, nada más recibir la cartera de manos de Escrivá —desde hoy mismo, gobernador del Banco de España— en la sede del departamento, en Madrid. «Llevo seis años casi sin hablar en público. Los periodistas saben e intuyen las ganas que tengo y las ganas que traigo, porque llevo seis años callado. Por lo tanto habrá para todos, también para la oposición», señaló. Cree López que hay que «contrarrestar» algunas de las «tonterías que hay que escuchar» de la oposición sobre el Gobierno y el rumbo del país, «sobre todo» porque España está «en un momento muy bueno».

«He escuchado a un [Alberto Núñez] Feijóo carente de propuestas, como un disco rayado, como un cenizo, cuando los datos son los que son», explicaba después del acto protocolario el propio ministro a los periodistas en conversación informal. A su juicio, lo que sucede no es que España vaya mal, no es que la economía esté torciéndose, es que la derecha está «cabreada porque no tiene el poder», porque no alcanzó el Gobierno en las generales del año pasado. Al PP entiende que le falta «proyecto, seriedad, altura».

López reconoció a los informadores que tendrá papel político en el Gabinete, pese a que su cartera es más técnica y económica. Él, un pata negra del partido, un dirigente que ha pasado casi por todos los cargos de primer nivel del PSOE, que conoce Ferraz y las federaciones territoriales como pocos —ayudó a Pepe Blanco al frente del aparato, fue secretario general de los socialistas de Castilla y León, secretario de Organización con Alfredo Pérez Rubalcaba, diputado, portavoz en el Senado y, desde julio de 2021 hasta ahora, director de Gabinete de Sánchez— no puede dejar de ser lo que es. Político cien por cien. No asumir ese rol, bromeaba, es como pedirle que no se apellidase López.

El nuevo ministro estuvo arropado por hasta seis miembros del Gabinete —las vicepresidentas María Jesús Montero y Teresa Ribera, y los titulares de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños; Interior, Fernando Grande-Marlaska; Igualdad, Ana Redondo, y Agricultura, Luis Planas— y por el que hasta ahora era su equipo en la Moncloa.

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