Hay un pequeño pueblo de Ávila llamado Vita donde el alcalde entretiene a sus lugareños en las fiestas de San Bartolo subido a un escenario cantando canciones que ni en la Edad Media tendrían sentido. «Me encontré una niña sola en el bosque, la cogí de la manita y me la llevé a mi camita. Le eché el primer caliqueño, el segundo y en el tercero ya no quedaba leche». Si hay algo más asqueroso que la letra de esta canción es escuchar al alcalde cantándola y al público siguiéndole el rollo entre risas y aplausos. Cierto es que estamos rodeados de canciones reguetoneras machistas, que cosifican y anulan a la mujer. Pero eso lo permitimos porque entra dentro del modelo patriarcal en que vivimos y no dejan de ser una representación de nuestra sociedad. Pero si permitimos que se aplauda y se cante no solo a la cultura de la violación, sino a la pederastia, estamos totalmente perdidos como sociedad.

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