Héctor Cabrera no pudo revalidar el podio paralímpico que consiguió en Tokio y este jueves, es el Stade de France, se quedó a las puertas de la medalla. Fue cuarto, pero se puede marchar con la cabeza alta y orgulloso de su concurso en el lanzamiento de jabalina. Había llegado a París casi in extremis, después de un ciclo paralímpico complicado, con una intervención de rodilla por el medio y sin haber lanzado todavía este año por encima de los 60 metros. De hecho, la gran referencia era la del Mundial de Kobe, donde se había quedado en 56,58 metros. El lanzador de Oliva decía en los días previos que la lucha por las medallas estaría en torno a los 61 metros y que él, entrenando ya en París, estaba lanzando esas distancias. Y aunque empezó frío, con distancias poco por encima de los 57 metros, el tercero salió como un cañón y propulsó la jabalina hasta los 62,04, su mejor lanzamiento del año. Segundo y, por lo tanto, de lleno en la pelea por las medallas.

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