Fue el gran movimiento del siglo XX, el que lo cambió todo y se metió en cada rincón. Fue político, artístico, social; fue a donde todas las miradas se giraron y que aún hoy, cien años después de su nacimiento y casi sesenta de su disolución, sigue atrayendo a todos. Su lugar fue París, aunque luego arrasó otras muchas ciudades, países y continentes, y por eso ahora el Centre Pompidou de la capital francesa presenta una exposición donde a través de cientos de obras nos cuenta cómo fue, qué supuso y cómo afectó a todo.

Para conseguirlo lo hacen en forma de laberinto, aquella forma que usó Marcel Duchamp y que se convirtió en el símbolo del movimiento, y justo en el centro han colocado al germen del surrealismo: el manifiesto que André Breton publicó en octubre de 1924. A su alrededor, más de una decena de salas con distintas temáticas siempre orbitando sobre la misma base y en sobre sus paredes, obras de los artistas más emblemáticos del movimiento y de los que no lo fueron tanto pero resultaron igual de importantes.

«La exposición se ha organizado cronológica y temáticamente, con trece apartados referidos a las figuras literarias que inspiraron el movimiento (Lautréamont, Lewis Carroll y Sade, por nombrar sólo algunos), así como los mitos que estructuran a su imaginario poético (artistas psíquicos, sueños, la piedra filosofal, el bosque, etc.)», informan desde el Pompidou sobre Surrealismo. Exposición del Centenario (1924-1969).

Didier Ottinger, comisario de esta muerta y director adjunto del Museo Nacional de Arte Moderno, y Marie Sarré, conservadora de las colecciones modernas del Pompidou; explican que aunque «el surrealismo ha sido considerado durante mucho tiempo como un movimiento de vanguardia que terminó en 1940, esto básicamente amputa la mitad de su historia, ya que continuó al menos hasta octubre de 1969». Y Sarré añade que por esa razón les parecía «esencial considerar el movimiento en su conjunto, dando al surrealismo de posguerra el lugar que le corresponde en la historia del arte».

El Manifiesto del surrealismo, de André Breton, de 1924. BIBLIOTECA NACIONAL FRANCESA.

Además, hacen mucho hincapié en la importancia que dio este movimiento a los problemas de su tiempo, ya que, en palabras de Ottinger, «siempre mantuvo un sentido de equilibrio, conciliando el ‘cambiar la vida’ de Rimbaud y el ‘cambiar el mundo’ de Marx». «Desde el principio, los surrealistas eran políticamente activos. Denunciaron el colonialismo así como la lucha contra el totalitarismo. Fue un movimiento que reaccionó rápidamente a todas las amenazas a la libertad y abusos de la dignidad humana», asegura.

Centre Pompidou. | EFE

Y para poder contarlo entero han congregado sus obras más importantes, a nivel social y a nivel artístico. Aquí podemos encontrar El gran masturbador, de Salvador Dalí, Green tea, de Leonora Carrington, Los valores personales, de René Magritte, Canción de amor, de Giorgio de Chirico, Scylla, de Ithell Colquhoun, o Birthday, de Dorothea Tanning.

«La exposición cuenta con numerosas mujeres que participaron. Ningún otro movimiento del siglo XX tuvo tantas mujeres contribuyendo activamente como artistas, en lugar de ser reducidas a meras musas como tantas veces ha sido el caso. También documenta la expansión global del movimiento, mostrando las obras de muchos artistas internacionales como Tatsuo Ikeda (Japón), Helen Lundeberg (EE.UU.), Wilhelm Freddie (Dinamarca), Rufino Tamayo (México) y otros», explican.

'Cumpleaños', de Dorothea Tanning.
‘Cumpleaños’, de Dorothea Tanning. Philadelphia Museum of Art.
Los valores personales, de René Magritte. San Francisco Museum of Modern Art.
El gran masturbador, Salvador Dalí. MUSEO REINA SOFÍA
Canción de amor, de Giorgio de Chirico. The Museum of Modern Art, New York

Porque como asegura Sarré, «el surrealismo ya no puede considerarse un movimiento puramente parisino o incluso europeo. Ahora sabemos que se propagó en todo el mundo, a EE.UU. por supuesto, pero también a América Latina, el norte de África y Asia, y que se vio muy potenciado por las aportaciones de todos estos escenarios internacionales».

Tampoco que terminase en los cuarenta, como se dice habitualmente, sino unas décadas más tarde. Para los comisarios su fecha final es el 4 de octubre de 1969 , cuando se publicó en Le Monde la disolución definitiva del mismo por el ejecutor testamentario de Breton. Aunque aseguran que su final oficial «no puso fin a su influencia en el arte y la sociedad. Continuó inspirando bienales de arte contemporáneo, producción cinematográfica, moda y dibujos animados, etc».

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