Es muy fácil, tal vez hasta demasiado fácil, imaginar qué pensamientos aparecen en la cabeza de un campeonísimo, de un deportista de élite, cuando, después de 1.043 días de calvario, de tortura, de incertidumbre, de dolor, de multitud de operaciones y meses de gimnasio y trabajo de fuerza, vuelves a ganar, derrotando, a lo grande, a lo bestia, a todos los campeones de la parrilla de MotoGP.
“No ha sido un subidón de adrenalina, no, ha sido un subidón de alegría, de serenidad, un ¡uf! ya está”, comentó Marc Márquez Alentá, a última hora de la tarde de ayer, cuando ya recogía sus bártulos para acercarse a dormir a su casa de Cervera (Lleída). La victoria de ayer es, según confesó a El Periódico, uno de esos días, una de esas fechas, que ha marcado sus tormentosos tres últimos años.
Podemos citar cuatro de las más destacadas en un momento. 10 de julio de 2020, se rompe el húmero derecho, en Jerez, tras una remontada histórica. 20 de junio de 2021, después de un año en blanco, gana, apoteósicamente, en uno de sus circuitos talismán, Sachsenring (Alemania). 3 de junio de 2022, decide operarse en la clínica Mayo de Rochester (Minnesota, EEUU), donde le destrozan el húmero para reconstruírselo. Se llama osteotomía humeral. Y, este domingo, 1 de septiembre 2024, cuando, pasados 1.043 días y ante 55.967 espectadores, le demuestra al mundo que el mejor Márquez, el del 2019, ha vuelto.
El abrazo de mamá Roser
El calendario de Márquez de los tres últimos años está más lleno de fechas duras, dolorosas, casi insoportables, que de bellos momentos. “El instante más bello o, como poco, lo más elogioso de este viacrucis ha sido verle superarse, un día tras otro, frente a la adversidad. Lo más digno de admiración”, dice mamá Roser, “es que jamás, jamás, ha lanzado la toalla, nunca se ha rendido. Y eso, como poco, es digno de admiración, como madre y, por qué no decirlo, como su primera admiradora que soy”.
Márquez explica a El Periódico que sí han habido momentos duros, instantes en los que sintió que, tal vez, lo mejor era dejarlo, que no valía la pena seguir. “¡Claro que ha habido baches!, pero, en esos momentos, siempre aparecía alguien de mi familia, de mi equipo personal, de mi entorno, de mis amistades, incluso de la profesión, que me animaba a seguir luchando y, claro, yo enterraba la idea de rendirme”.
“El instante más bello o, como poco, lo más elogioso de este viacrucis, ha sido verle superarse, un día tras otro, frente a la adversidad. Lo más digno de admiración es que jamás, jamás, ha lanzado la toalla, nunca se ha rendido»
A Márquez no le gusta mostrar sus cicatrices, lo hizo porque Diego Sperani, fotógrafo de Dorna Sports, le sugirió, como a otros pilotos, hacer una sesión fotográfica en la que enseñasen las marcas de su profesión. Apenas se acuerda de ese maldito húmero derecho, aunque él insiste en que “todas y cada una de las heridas, de las fracturas, de las operaciones, dejan huella, marca y no solo en tu cuerpo, a menudo, también en tu cabeza. No es fácil, no, olvidar aquello que te provocó dolor”.
Márquez, que durante estos tres últimos años se acostumbró a pilotar con dolor (“dicen que todos los deportistas compiten con dolor y yo doy fe de ello”), recuerda, por ejemplo, como un momento precioso su victoria, en 2021, en Sachsenring, uno de sus circuitos preferidos. Fue la primera de tres en aquel 2021, donde corrió con mucho dolor y con el húmero rotando un 30% sobre sí mismo. Venció en Alemania, Austin (EEUU) y Emilia Romagna, hasta el domingo, su último triunfo.
Trabajar más y más
La estrella del equipo Gresini, que el domingo perdió algo más de dos kilos en la carrera “no sé si por el esfuerzo o por la presión, la tensión, el estrés de no perder tan preciosa oportunidad”, reconoce que ahora le toca trabajar más que los demás. “Cuando pasan los años y yo ya tengo 31, el mantenimiento del cuerpo es aún más sagrado. Todo el mundo sabe que he renunciado a muchísimas cosas que pesan mucho en mi corazón para intentar estar los máximos años posibles, dos, tres, cuatro, cinco, seis, disfrutando de mi pasión, las carreras, y tratando de que la afición se lo pase bien conmigo”.
“Le he dicho ¡ya era hora, Marc, ya era hora! y nos hemos echado unas lagrimillas juntos, bueno, como siempre”, comenta Roser. “La familia, los amigos, el equipo, los compañeros de entrenamiento, Jose, mi asistentes, la gente que trabaja conmigo, me han ayudado a mantenerme vivo en esta profesión, aunque muchos me dieron ya por retirado”, sigue contando Márquez. “No le guardo rencor a nadie ¡faltaría!, todo el mundo es libre de pensar lo que quiera, pero yo sabía que el trabajo, la perseverancia, vivir arropado por los tuyos acabaría teniendo su recompensa”.
Márquez se niega a decir que ha vuelto, porque nunca se fue. No estaba muerto, estaba de parranda. “La única manera de salir del inmenso bache en el que me encontraba era creer en los tuyos, creer en los médicos, trabajar duro y apoyarte en los tuyos. Y, por descontado, llegado el momento ser valiente y tomar decisiones deportivas, aunque las consecuencias fuesen económicas”.
“La única manera de salir del inmenso bache en el que me encontraba era creer en los tuyos, en los médicos, trabajar duro y apoyarte en los tuyos. Y, por descontado, llegado el momento ser valiente y tomar decisiones deportivas, aunque las consecuencias fuesen económicas”
Cuando Márquez lo había hecho ya todo, todo, para recuperarse físicamente, cuando su brazo y cuerpo acumulaban ya un montón de operaciones y miles de horas en el gimnasio, llegó el momento de renunciar a lo mejor que tenía: Honda y su equipo técnico “mi otra familia, mis amigos”. Perdió, sí, millones de euros, pero ganó la posibilidad de retarse a sí mismo.
“Era el momento de saber si seguía sirviendo o no para esto. Era el momento de saber si podría o no codearme con los mejores. La motivación no era volver a la pista, la motivación era volver a ganar. O intentarlo”. Y, para eso, necesitaba una moto tan buena como para que no sirviese de excusa si el que fallaba era él. “Por eso escogí la Ducati, aunque fuese la del año pasado. Es una gran moto y pensé que, si no estaba delante con ella, es que ya no servía para esto”. Estuvo delante y, en 12 carreras, ha vuelto a ganar.
“Por eso esta victoria es diferente a las demás, porque sirve para completar, que no cerrar, un plan que teníamos trazado: volver ser competitivos, volver a divertirnos sobre la moto, volver a entusiasmar a la gente con nuestro pilotaje”, explica el ‘nen de Cervera’. “Ni es un punto y final ni es un inicio, no, no, esto solo acaba de empezar. Ahora debemos demostrar que somos capaces de repetir esto que hemos hecho en un circuito, en un trazado y, sobre todo, en unas condiciones climatológicas y de estado de la pista que nos beneficiaban, que se adaptaban mejor que ningún otro a nuestro estilo de conducción”.
«Cuando le llevaba tres segundos a Martín, la cabeza se me iba hacia un montón de sitios y recuerdos. He tenido que luchar contra mi mente para centrarme en el pilotaje. Por eso, al cruzar la meta, la explosión ha sido de felicidad, de alegría, de emociones, no de adrenalina”
El objetivo ahora sigue siendo prepararse encima de la moto en las carreras que quedan para entrar en el 2025 en las mejores condiciones físicas y mentales para, entonces sí, con una Ducati oficial, con una ‘Desmosedici’ pata negra, perseguir el noveno título mundial. “Ha sido una carrera muy dura esta del domingo porque, tras establecer una ventaja sobre Jorge (Martín) de dos o tres segundos, la cabeza se me iba hacia un montón de sitios y recuerdos. He tenido que luchar contra mi cabeza para centrarme en la pista, en el pilotaje. Por eso, al cruzar la meta, la explosión ha sido de felicidad, de alegría, de emociones, no de adrenalina”.
1,043 días. Un puñado de operaciones. Dolor, mucho dolor. Desencanto, mucho desencanto. Pero perseverancia, mucha perseverancia. Y amigos, apoyo, familia, amigos, equipo, fans. El Marc Márquez 2.0 ya ha llegado. Y lo ha hecho con las mismas virtudes de antaño, pero, sobre todo, con espectáculo.